Ángel Manuel Rodríguez
La reciente incursión del futurismo entre los adventistas ha llevado a algunos a reinterpretar el uso de la frase «la abominación desolación» y el «continuo» en el libro de Daniel. Aquí nos concentraremos en la frase «la abominación desoladora». La frase se encuentra en Daniel 11: 31 (LXX: bdelugma erēmōseōs) y 12: 11 (LXX: to bdelugma tēs erēmōseōs). Expresiones similares se encuentran en 9: 27 (LXX: bdelugma erēmōseōn), y 8: 13 (LXX: hē hamartia erēmōseōs). Examinaremos brevemente esos pasajes.
I. Daniel 8: 13
Aquí encontramos la frase «la prevaricación [heb. happešac] asoladora [šomēm]», en lugar de «la abominación [šiqqû§] desoladora [šomēm]». Ambas frases parecen referirse al mismo fenómeno.1 La palabra hebrea pešac traducida como «transgresión», «rebelión» o «prevaricación», designa a una persona que «no se limita a rebelarse o protestar contra Dios, sino que rompe con él, le quita lo que es suyo, roba, malversa, se apropia indebidamente de ello».2 La actividad del cuerno pequeño es una rebelión voluntaria contra la obra de mediación del Príncipe celestial, Cristo, y una apropiación indebida de la misma, que tiene como resultado la «desolación» o «devastación» espiritual.
Cuando el verbo «desolar» (šmm) se aplica a objetos inanimados, describe el estado en que queda un lugar tras ser atacado por enemigos (p. ej., Lev. 26: 31; Joel 1: 17). Cuando se aplica a los seres humanos, se refiere al impacto psicológico que produce la desolación en quienes la observan (1 Rey. 9: 8; Esd. 9: 3, 4; Dan. 8: 27; 9: 18).3 En el Antiguo Testamento, un lugar desolado está desierto, abandonado por quienes solían vivir allí o tenían acceso a él (p. ej., Lev. 26: 22, 34; Isa. 33: 8; Jer. 33: 10; Sof. 3: 6; Zac. 7: 14). El contexto de Daniel 8: 13 indica que la desolación está relacionada con el ataque del cuerno pequeño (la iglesia durante la Edad Media) contra el santuario celestial. El acto de rebelión causó desolación espiritual al usurpar la obra sacerdotal del Príncipe, al rechazar el fundamento mismo del santuario y al establecer su propia obra sacerdotal.
II. Daniel 9: 27
Este texto forma parte de la profecía de las 70 semanas, con su predicción de la venida del Mesías y la destrucción del templo y la ciudad de Jerusalén en el año 70 d. C. La destrucción se asocia con la «abominación desoladora». La frase no es exactamente la misma que se utiliza en Daniel 8: 13. En lugar de «prevaricación» encontramos «abominación» (šiqqû§), también utilizada en Daniel 11: 31 y 12: 11. En Daniel 9: 27 hay un problema de sintaxis; mientras que el sustantivo «abominación» es plural (šiqqû§îm, «abominaciones») el participio es singular (participio piel mešomēm, «que causa desolación»). Esto ha dado lugar a diferentes interpretaciones de la frase. Pero el problema podría resolverse si identificamos el plural como un plural de intensificación, que significa en este caso «abominación absoluta».
El sustantivo šiqqû§ («abominación») se emplea en el AT en contextos cultuales para referirse a «imágenes y símbolos de deidades paganas»,4 es decir, a la idolatría (cf. 1 Rey. 11: 5; 2 Rey. 23: 13; Isa. 66: 3; Jer. 32: 34). Un buen ejemplo se encuentra en Zacarías 9: 7, donde «Quitaré […]sus [šiqqû§, “abominación(es)”] de entre sus dientes», se refiere a la carne repulsiva del animal pagano de sacrificio. Šiqqû§ designa fundamentalmente lo que es esencialmente incompatible con el culto al Señor. Los que practican abominaciones, incluidos los israelitas, se vuelven ellos mismos abominables para el Señor (Ose. 9: 10). Lo mismo ocurre con los israelitas que comen animales abominables. En Levítico 11: 43 el verbo šq§, «detestar como ceremonialmente impuro»,5 se emplea en la forma piel (šiqqē§), que significa «hacerse a uno mismo como algo impuro y aborrecible»6 al comer animales impuros. El sustantivo šeqe§ («abominación cultual»), otro sustantivo de la misma familia de palabras, se usa ocasionalmente para referirse a animales inmundos que son repulsivos y detestables para el Señor. Está estrechamente relacionado con la idea de impureza y, al igual que ésta, designa lo que es esencialmente incompatible con la santidad del Señor (Lev. 7: 21; 11: 10-13, 20, 23, 41).
En Daniel 9: 27 šiqqû§ designa la fuerza abominable que, tras la muerte del Mesías, causa desolación al destruir la ciudad y, en particular, el templo. Así es precisamente como Jesús entendió el pasaje cuando lo aplicó a la futura destrucción literal tanto de la ciudad como del templo por parte de los ejércitos romanos.7 Este uso de la frase «abominación desoladora» es diferente del que encontramos en Daniel 8: 13, 11: 31 y 12: 11.
III. Daniel 11: 31; 12: 11
En estos pasajes la abominación está directamente relacionada con el «continuo» (tāmîd), es decir, la mediación de Cristo en el santuario celestial. En Daniel 8: 12 el cuerno pequeño, mediante un acto de rebelión, usurpa el papel del Príncipe y coloca sus propias huestes sobre el «continuo». Es a esta acción a la que Daniel 8: 13 se refiere con la frase «la prevaricación asoladora». En Daniel 11: 31 el rey del norte profana el templo, quita el «continuo» y luego establece la «abominación desoladora». De nuevo vemos que se elimina el «continuo» y que la abominación/rebelión/prevaricación ocupa su lugar. Lo opuesto al tāmîd («continuo») es el šiqqû§ šomēm («la abominación desoladora»). Daniel 8: 9-13 indica que el lenguaje de «rebelión/abominación/prevaricación» está describiendo el trabajo del cuerno pequeño en establecer o instaurar su propio sistema de mediación y adoración, sus propios servicios diarios. Es a esa misma actividad a la que se refiere la frase «la abominación desoladora» en Daniel 12: 11. El verbo nāthan («instaurar») se utiliza de diversas maneras en el AT, pero aquí puede traducirse como «establecer, colocar, poner, instaurar», un uso asociado con la idolatría (Lev. 26: 1). En este caso, lo que se coloca es la «abominación desoladora». El establecimiento de esta abominación incluye el proceso histórico que llevó a poner a un lado el «continuo».
Algunos adventistas argumentan ahora que la abominación desoladora de 12: 11 designa la imposición de la observancia del domingo poco antes de la venida del Señor, y que el «continuo» está relacionado de alguna manera con el sábado. Esa interpretación carece de apoyo contextual y lingüístico. Es fundamentalmente una visión especulativa que no debe tomarse en serio. La frase «abominación desoladora» designa lo que tuvo lugar durante la destrucción de Jerusalén y la obra del papado durante la Edad Media. Las ligeras variaciones en la redacción de la frase en el texto hebreo de Daniel apuntan a esos dos acontecimientos diferentes.
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1 Johan Lust, «Cult and Sacrifice in Daniel: The Tamid and the Abomination of Desolation», en Ritual and Sacrifice in the Ancient Near East, Proceedings of the International Conference Organized by the Katholieke Universiteit Leuven from the 17th to the 20th of April 1991, edited by J. Quaegebeur (Leuven: Uitgeverij Peeters, 1993), p. 285.
2 R. Knierim, «Pešac», en Theological Lexicon of the OT, vol. 2, editado por E. Jenni y C. Westermann (Peabody, MA: Hendrickson, 1997), p. 1036 (en adelante TLOT).
3 F. Stolz, «Šmm», en TLOT, t. 2, p. 1372.
4 Ludwig Koehler y Walter Baumgartner, M. Richardson, y J. J. Stamm, The Hebrew and Aramaic Lexicon of the OT (Leiden: Brill, 2001), p. 1640 (en adelante KBL3).
5 KBL3, p. 1646.
6 Ibid.
7 La forma en que los distintos evangelios recogen los comentarios de Jesús nos ayuda a comprender cómo entendió él la profecía de Daniel 9: 27. La frase que usa Marcos, «puesta donde no debe estar» (Mar. 13: 14), es aclarada por Mateo con la frase, «en el Lugar santo» (Mat. 24: 15) refiriéndose al templo. Esto se basa en el texto griego de Daniel 9: 27 que traduce la frase hebrea, cal kenaph šiqqû§îm mešomēm («Sobre un ala una abominación que causa desolación»), como «sobre el templo habrá una abominación que causa desolación» (epi to hieron bdelugma tôn erēmōseōn estai). Mateo sugiere que los que practican la abominación son ellos mismos abominables y están ahora presentes en el templo para destruirlo, causando desolación. Lucas define claramente el referente de la abominación como los ejércitos romanos que rodeaban Jerusalén (Luc. 21: 20-22; cf. T. J. Gedert, «Apocalyptic Teaching», en Dictionary of Jesus and the Gospels, editado por J. B. Green, S. McKnight, I. H. Marshall [Downers Grove, IL: InterVarsity, 1992], p. 23). La predicción de Jesús, basada en Daniel 9: 27, «sobre la “abominación desoladora” se cumplió cuando el Templo de Jerusalén fue profanado y destruido en el año 70 d. C.» (ibid.).