William H. Shea
ESTUDIO SOBRE PASAJES BÍBLICOS QUE TRATAN DEL ALCOHOL
¿No habla la Biblia en numerosos pasajes sobre el vino y las bebidas alcohólicas? ¿No encontramos en la Biblia bastante a menudo a personas que consumen alcohol? ¿No podemos deducir, entonces, que las Escrituras en general no condenan el consumo de bebidas alcohólicas?
Es cierto que con frecuencia encontramos en la Biblia a personas bebiendo alcohol y que las Escrituras hablan de bebidas alcohólicas, pero tenemos que ser cuidadosos con cualquier lectura superficial y no leer en esos textos más de lo que dicen en realidad. Cuando nuestras versiones del Antiguo Testamento en castellano se refieren a bebidas alcohólicas suelen usar las expresiones vino o bebida fuerte. Por eso un estudio serio sobre la actitud del Antiguo Testamento hacia el alcohol debe tener en cuenta los diferentes términos hebreos traducidos por esas dos expresiones en español.
La expresión bebida fuerte no presenta problemas mayores de traducción porque en hebreo hay una sola palabra, shekar, para expresar esa idea. Pero aun así, la traducción de ese término por bebidas fuertes es más general de lo que debería ser. Los lectores modernos suelen entender que bebidas fuertes se refiere a licores destilados. Pero eso no es lo que la Biblia quiere decir con el término shekar. Siendo que el proceso del destilado del alcohol no se descubrió hasta en torno al año 500 a. C, las bebidas más alcohólicas que se podían obtener en tiempos de la Biblia contenían menos del 14% de alcohol, que es aproximadamente el máximo porcentaje de alcohol producido por fermentación natural. Este hecho nos dice que el término bíblico bebidas fuertes de ningún modo nos autoriza a beber lo que hoy entendemos por licores fuertes.
Si lo que la Biblia entiende por shekar no se refiere a alcohol de destilación, ¿a qué se refiere?
Para saberlo nos pueden ser útiles las lenguas antiguas relacionadas con el hebreo. Tenemos documentos en escritura cuneiforme sobre tablillas de arcilla que nos dicen que los babilonios tenían una bebida alcohólica que ellos llamaban shikaru (obsérvese cuán similar es este término babilonio del hebreo shekar. Se trata en realidad de la misma palabra en dos lenguas semíticas muy parecidas). Algunas de esas tablillas explican cómo se hacía el shikaru de modo que podemos saber con bastante facilidad qué bebida están describiendo. Con algunos cereales los babilonios hacían una masa maltosa que dejaban fermentar. En otras palabras, esas tablillas que hablan de cómo se hace el shikaru ¡hablan del proceso de producción de la cerveza! Siendo que los textos de la Biblia que usan el término shekar se refieren a la misma bebida, se refieren también a la cerveza.
Esto es algo sumamente importante para nuestra sociedad moderna. Porque tenemos varios textos bíblicos que hablan de la cerveza, esa bebida de la que tanta publicidad hace la televisión y que se consume en tan grandes cantidades entre el público.
¿Y qué dice la Biblia de esta bebida? Pues cosas bastante negativas. De los veintiún pasajes del Antiguo Testamento en los que se menciona la palabra shekar (cerveza), diecinueve la condenan categóricamente. Los otros dos textos presentan casos especiales (que examinaremos más adelante). El Nuevo Testamento menciona esta misma bebida solo una vez y es para decir que Juan el Bautista tenía que abstenerse de tomarla en su régimen.
Para tener un cuadro más completo de los 19 textos del Antiguo Testamento que hablan de esa bebida, veamos lo que dicen sobre el shekar: Levítico 10: 9 prohíbe su uso a los sacerdotes durante su ministerio; Números 6: 2-3 prohíbe que los nazareos la tomen; en Jueces 13: 3-4 un ángel advierte a la madre de Sansón que la tome durante su embarazo; en Deuteronomio 29: 5-6 Dios dice a los israelitas que él no le proporcionó esta bebida durante su peregrinaje por el desierto.
También tenemos la interesante historia de Ana. Esta mujer iba al tabernáculo de Silo y oraba con tanto fervor, dolida por no tener hijos, que el sacerdote llega a pensar que se ha embriagado con shekar. Ella lo niega. Ver 1 Samuel 1: 15.
Los profetas de Judá del siglo VIII a. C. condenan de manera especialmente vigorosa el consumo de “bebidas fuertes” o cerveza. Isaías las menciona ocho veces y todas esas referencias son igual de negativas. Pronuncia severos ayes contra los bebedores (Isaías 5: 11) y anuncia que no las beberán con alegría cuando Dios pronuncie sus juicios contra la tierra (Isaías 24: 9). Observa que la cerveza hace perder el equilibrio (Isaías 29: 9) y que los sacerdotes y profetas falsos eran dos de los grupos que más sufrían de los trastornos causados por dichas bebidas (Isaías 28: 7). El profeta Miqueas se lamenta de que los dirigentes que aprueban el uso de esas bebidas sean precisamente los preferidos por el pueblo (Miqueas 2: 11). Proverbios 20: 1 dice que peleas y alborotos son dos de los efectos colaterales del consumo de estas bebidas.
Así pues vemos en el Antiguo Testamento una condena casi unánime de la cerveza. ¿Pero qué decir de Deuteronomio 14: 22-28? Este texto no parece encajar en este molde, ya que parece indicar que ¡los israelitas podían gastar parte de sus diezmos en cerveza! Hay quienes ven en este pasaje licencia para beber cerveza en nuestros tiempos modernos.
En primer lugar, debemos observar cuidadosamente que Deuteronomio 14 trata de comportamientos en circunstancias especiales. El capitulo aborda el tema del diezmo en los versículos 22 y 23. En una sección posterior habla de lo que podríamos llamar «diezmo diferido». La cerveza se menciona precisamente en esta sección sobre el «diezmo diferido».
¿DE QUÉ SE TRATA?
Deuteronomio 14 identifica el diezmo de ciertos alimentos y bebidas que el israelita tenia que llevar al santuario situado en el centro de la nación. Cuando el diezmo se pagaba regularmente y a tiempo, los productos ofrecidos podían incluir corderos y terneros recién nacidos, aceite recién extraído, vino sin fermentar o jugo de uva (tirosh), y diversos tipos de granos. Es decir, toda clase de productos frescos procedentes de la cosecha del nuevo año agrícola.
Pero ¿qué podía hacer el israelita si por alguna razón no podía llevar al santuario esos productos frescos? Debía proceder a una sustitución, y esa sustitución es lo que describen los versículos 24 al 26.
El versículo 24 presenta el problema: es el caso de un israelita que no puede desplazarse al santuario a tiempo. El versículo 25 presenta una solución intermedia: tenia que convertir su diezmo en plata y guardar ese dinero hasta que pudiese llevarlo al santuario. El versículo 26 expone el paso final en la presentación del «diezmo diferido». Cuando el israelita llegaba al santuario, tenia que comprar algunos de los productos agrícolas que tenia que haber presentado en su día y comer parte de ese diezmo ante el Señor.
Pero los productos adquiridos para esa comida del diezmo debían estar maduros para mostrar simbólicamente que el diezmo había sido presentado tarde. Así, no tenia que presentar un cordero joven sino que debía adquirir una oveja ya madura. Y no podía presentar un ternero, sino un buey ya crecido. En lugar de mosto recién exprimido (tirosh) presentaba yayin, vino que ya había fermentado con el paso del tiempo. Y tampoco presentaba granos frescos, sino que presentaba cerveza elaborada a partir de dichos granos. En cada caso, la comida celebrada con el «diezmo diferido» consistía en alimentos escogidos para corresponder y mostrar el desarrollo del producto agrícola que hubiera debido ser presentado originalmente. Aunque esta norma no lo diga de modo explicito, en realidad implicaba una clara sanción, ya que el buey costaría más que el ternero y la oveja más que el corderino.
Bajo esas circunstancias especiales, la sustitución simbólica de la cerveza por los granos frescos en el caso de la presentación del «diezmo diferido» no puede considerarse de ninguna manera como una licencia para el uso indiscriminado y no restringido de cerveza, ni entonces ni ahora. Especialmente teniendo en cuenta que el resto del Antiguo Testamento condena el consumo de cerveza.
Cuando volvemos al tema del vino en las Escrituras, encontramos dos términos principales para designarlo: tirosh, que suele referirse al zumo de uva en estado no fermentado, tal y como aparece al ser recién exprimido, y yayin, un término de significado mucho menos claro.
En 30 de las 38 referencias a tirosh en el Antiguo Testamento, se menciona junto al grano y el aceite, o junto a aceite solo, como productos de la cosecha usados para pagar diezmos y tasas, etcétera. Tres textos (Miqueas 6: 15; Isaías 62: 8; 65: 8) se refieren al tirosh como fruto de la vid; cuatro textos (Proverbios 3: 10; Joel 2: 24; Miqueas 6: 15; y Oseas 9: 2) hablan del tirosh como producto de los lagares. Solamente un texto (Osas 4: 11) sugiere que el tirosh puede producir embriaguez y, este texto, puede en realidad estar refiriéndose a la fermentación temprana o a la practica de mezclar vino nuevo con vino viejo (fermentado).
Así pues tirosh parece referirse casi exclusivamente al vino sin fermentar o al jugo de uva. Pero yayin, el otro término más usado en la Biblia para designar el vino, claramente significa vino fermentado la mayoría de las veces.
El Antiguo Testamento utiliza la palabra yayin unas ciento cuarenta veces. Antes de abordar textos específicos, demos un vistazo general a su uso en la Biblia. Según mis estimaciones, la Biblia presenta yayin desde una perspectiva negativa sesenta veces; en otras sesenta ocasiones más simplemente menciona la palabra sin acompañarla de ningún juicio de valor, y solamente en diecisiete referencias es posible decir que lo hace en términos más o menos positivos. Así pues yayin, el vino fermentado, es valorado mucho más a menudo de modo negativo que positivo.
Las referencias negativas aparecen ante todo en historias en las que el vino fermentado produce malos resultados. Muy pocos relatos históricos del Antiguo Testamento (si es que hay alguno) aluden a algún beneficio derivado del uso del vino, pero muchos acaban de modo desastroso: la embriaguez de Noé (Génesis 9: 21); de Lot (Génesis 19: 32-35); de Nabal (1 Samuel 25: 36-37); de Amnón (2 Samuel 13: 28); de Belsasar (Daniel 5: 1-3); o de Asuero (Ester 1: 1-10), por ejemplo.
Isaías (51: 21); Jeremías (23: 9); Oseas (4: 11; 7: 5); Joel (1: 5); y Habacuc (2: 15) son algunos de los profetas bíblicos que hablan de los efectos nocivos producidos por la embriaguez, tanto a nivel físico como a nivel moral.
Proverbios 23: 29-35 describe los efectos físicos inmediatos (ojos enrojecidos y visión perturbada), las inmediatas repercusiones sociales (peleas y heridas), así como los resultados a largo plazo (infortunio y lamentos). En otros pasaje el libro de los Proverbios insiste en que el vino produce pobreza (21: 17) y violencia (4: 17). Isaías añade que produce trastornos de la percepción (28: 7), y un estado de excitación que aleja de Dios (5: 11-12).
No queremos pasar por alto los textos que parecen aludir a funciones útiles del vino, pero debemos situarlos en la debida perspectiva. Tres textos (Salmo 104: 15; Eclesiastés 9: 7; 10: 19) dicen que el vino puede alegrar el corazón del que bebe. Esto indica una observación realista de los efectos fisiológicos inmediatos del consumo de alcohol, pero estas declaraciones necesitan contrastarse con el resto de afirmaciones bíblicas que aluden a sus efectos perjudiciales a largo plazo.
Puede parecer al lector superficial que Eclesiastés 9: 7 y 10: 19 aprueban el consumo de alcohol. Con su estilo filosófico clásico, Eclesiastés 9: 7 dice: «Anda, come tu pan con gozo y bebe tu vino con alegre corazón, porque tus obras ya son agradables a Dios». Se trata de una descripción por parte del autor de las cosas que se suelen buscar para dar sentido a la vida. Este texto señala que el hombre debería buscar contentamiento hasta en las cosas más sencillas de la vida cotidiana, como por ejemplo, la comida y la bebida (aquí menciona el vino). Sin embargo el libro termina presentando el hallazgo que ha hecho el autor, y es que lo que da verdaderamente sentido a la vida es el respeto a Dios y la observancia de sus mandamientos (vers. 12: 13). Todas las demás experiencias en las que el autor ha intentado encontrar sentido a su vida palidecen al lado de esta.
Hay al menos otros siete textos bíblicos que parecen hablar favorablemente del yayin pero que lo hacen solo en comparaciones; ninguno esta hablando directamente del consumo de vino. Por ejemplo, el Cantar de los Cantares utiliza el vino en comparaciones cuatro veces (1: 2, 4; 4: 10; y 7: 9) para exaltar la atracción del amado. Oseas 14: 7 usa la fragancia del vino del Líbano como una comparación. Proverbios 9: 5-6 se refiere al vino de modo figurado para hablar del «banquete de la vida» que la sabiduría ofrece. Amós 9: 14 y Zacarías 10: 7 apelan a la alegría provocada por el vino como figura del gozo que experimentara el pueblo de Dios cuando llegue el día de su victoria final.
El vino se usaba también en ciertas libaciones del servicio del templo, del mismo modo que, como ya hemos visto, la cerveza se usaba en la presentación del «diezmo diferido». Esas libaciones se derramaban al pie del altar; los sacerdotes no bebían de ellas.
Así pues, la mayoría de los textos que mencionan el vino favorablemente en realidad lo hacen de modo figurado en comparaciones. Unos pocos hablan de sus efectos fisiológicos inmediatos. Pero la mayoría describen sus resultados nefastos y los actos viles cometidos en relación con el consumo de vino. Isaías, por ejemplo, asocia el vino con la injusticia y el soborno. Ver Isaías 5: 22-23. Amós relaciona el consumo de vino con la profanación de lo sagrado. Ver Amós 2: 8.
En resumen, los escritores del Antiguo Testamento presentan cuatro objeciones contra el consumo de vino. La primera está en los inmediatos efectos físicos nocivos, tales como la irritación de los ojos, la visión perturbada, la pérdida del equilibrio y el riesgo de embriaguez en general. En segundo lugar, estos autores reconocen los efectos morales negativos a largo plazo, es decir, los diversos tipos de actos inmorales y el comportamiento poco ético que suele derivar de tales acciones. En tercer lugar, al identificar casos particulares de ese comportamiento vergonzoso lo relacionan con personajes específicos. Finalmente, a causa de sus efectos, prohíben el consumo de vino a ciertos grupos sociales (como a los sacerdotes) y a ciertos individuos escogidos.
En contraste con este amplio espectro de descripciones negativas, los únicos tres pasajes en los que la Biblia usa el alcohol en imágenes positivas observan que el alcohol puede producir estados de euforia (por cierto, una observación psicológica muy acertada). Los autores de la Biblia también proceden ocasionalmente a citar el vino en algunas comparaciones favorables, como figuras de lenguaje (pero también se refieren al vino en algunas comparaciones muy negativas. Ver, por ejemplo, las alusiones al «vino de la ira» en el Salmo 75: 8 y en Jeremías 25: 15).
¿Cómo debemos posicionarnos personalmente frente al alcohol a la vista de lo que dice en general el Antiguo Testamento? Si tomamos la idea global que se desprende de lo que hemos visto y evaluamos la evidencia, la conclusión más razonable es que solo estaremos siguiendo un proceder seguro si nos decidimos por la completa abstinencia de alcohol en todas sus formas.