Algunas reflexiones sobre la inspiración de la Biblia

Gerhard Pfandl

La palabra inspiración puede tener diferentes significados. Una orquesta puede ofrecer un concierto inspirada. Los artistas pueden hablar de lo que los inspira. Los atletas son inspirados por sus objetivos olímpicos. En cada caso, la inspiración es algo muy diferente de lo que quiso decir el apóstol Pablo cuando dijo: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2 Tim. 3: 16).1

En la Biblia, la revelación y la inspiración van de la mano. Aunque la revelación se refiere en primer lugar a los contenidos de la comunicación divina (Apoc. 1: 1), —el mensaje real—, la inspiración describe los medios que Dios usó para comunicar su mensaje a los seres humanos pecaminosos —por ejemplo, mediante visiones y sueños (Núm. 12: 6) o por el «movimiento» del Espíritu Santo sobre los autores bíblicos. Pedro dice: «Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo» (2 Ped. 1: 21, NVI). Así como una hoja es arrastrada por el viento, así los escritores de las Escrituras fueron llevados por el Espíritu; no podían controlar al Espíritu; tenían que proclamar el mensaje de Dios.

Dado que la Biblia no presenta una teoría completa de la inspiración, han surgido varias perspectivas relacionadas con la naturaleza de la inspiración:

1. La teoría de la intuición sostiene que la inspiración es un grado intensificado de percepción. Los autores bíblicos fueron genios religiosos pero en principio no fueron diferentes que otros grandes pensadores, como por ejemplo Platón, Buda o Mahoma.

2. La teoría de la iluminación permite que el Espíritu Santo obre, pero solo para incrementar las capacidades naturales de los autores bíblicos. No existe una comunicación especial de la verdad, sino tan solo una percepción más profunda de las cuestiones espirituales.

3. La perspectiva plenaria o dinámica de la inspiración dice que el Espíritu de Dios infunde en los escritores los pensamientos y conceptos que tienen que transmitir. Esta perspectiva permite que la personalidad de cada escritor juegue un papel en la elección de palabras y expresiones.

4. La teoría de la inspiración verbal, el Espíritu Santo brinda no solo los pensamientos sino también las palabras y las expresiones, si bien de acuerdo con el vocabulario y trasfondo propio de cada escritor.

5. La teoría del dictado enseña que el Espíritu Santo en realidad dictó los libros bíblicos a los diversos escritores. «Esto significa que no existe un estilo distintivo a los diversos autores de los libros de la Biblia».2

En las últimas dos teorías, los profetas y los apóstoles pueden ser comparados con las plumas de Dios en lugar de ser sus escribientes.

Las primeras dos perspectivas son defendidas por lo general por los estudiosos liberales. La teoría del dictado se remonta a Filo y Josefo3 y fue defendida por algunos cristianos, pero hoy día es raro encontrarla. Sin embargo, a menudo se la equipara con la inspiración verbal, que es la perspectiva aceptada por lo general entre los cristianos evangélicos.

La inspiración: Las afirmaciones de las Escrituras

Toda discusión sobre la inspiración de la Biblia tiene que tomar en cuenta qué dijeron en primer lugar los mismos escritores inspirados. En el Antiguo Testamento, los escritores con frecuencia sostenían que registraban las palabras mismas de Dios, por ejemplo: «Jehová habló a Moisés y le dijo» (Éxo. 25: 1), o «Vino a mí palabra de Jehová, diciendo» (Eze. 32: 1). David dijo: «El espíritu de Jehová habla por mí, su palabra está en mi lengua» (2 Sam. 23: 2). Un estudioso afirma que hay unas 2.600 afirmaciones de ese tipo en el Antiguo Testamento.4

El Nuevo Testamento confirma la inspiración divina del Antiguo Testamento. Pablo escribió: «Toda Escritura es inspirada por Dios» (2 Tim. 3: 16). Y Pedro declaró que «nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo» (2 Ped. 1: 21).

Lo mismo se aplica, por supuesto, al Nuevo Testamento. Aunque los apóstoles no afirmaron la inspiración con tanta frecuencia como los escritores del Antiguo Testamento, está claro que consideraban que sus mensajes eran dados por la autoridad divina. Pablo, por ejemplo, escribió: «De estas cosas hablamos, no con palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu» (1 Cor. 2: 13), y «cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios» (1 Tes. 2: 13).

Pablo también reconoció la inspiración de otras partes del Nuevo Testamento. En 1 Timoteo 5: 18 cita el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento de las Escrituras: «Pues la Escritura dice: “No pondrás bozal al buey que trilla” y “Digno es el obrero de su salario”». La primera parte del texto está citando a Deuteronomio 25: 4; la segunda, a Lucas 10: 7. De manera similar, Pedro se refirió a los escritos de Pablo como las Escrituras cuando dijo que en las epístolas de Pablo «hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen (como también las otras Escrituras) para su propia perdición» (2 Ped. 3: 16). En resumen, la Biblia afirma claramente que es la Palabra inspirada de Dios.

La inspiración: Una definición

A lo largo de todas las Escrituras, los escritores bíblicos afirman ser inspirados. Sin embargo, ¿cómo funciona en realidad la inspiración? Pablo nos dice que la Biblia fue dada por inspiración divina (2 Tim. 3: 16). La palabra griega que usa significa literalmente «del aliento de Dios». Por ello, algunas versiones lo expresan de esa manera. La idea aquí es que mediante su Santo Espíritu, Dios influyó sobre los escritores humanos de tal manera que lo que ellos escribieron se convirtió en su Palabra.

En contraste con la teoría de la inspiración verbal, los adventistas del séptimo día creen que el Espíritu Santo inspiró los pensamientos del profeta, no sus propias palabras, excepto en textos donde las palabras de Dios son citadas textualmente. Es decir que bajo la influencia del Espíritu Santo, los pensamientos de los escritores llegaron a ser los pensamientos que Dios quería que escribieran. Dios brindó los pensamientos, y los profetas, al dar el mensaje divino, presentaron las mejores palabras de su vocabulario. De esta manera, la personalidad de los escritores no se vio invalidada, porque cada uno expresó en sus propias palabras lo que le había sido revelado. Aunque el profeta era humano y tenía tendencias pecaminosas, la operación del Espíritu Santo garantizó la veracidad del mensaje como una expresión de la voluntad de Dios. Elena G. de White describe el proceso de inspiración con estas palabras:

«La Biblia está escrita por hombres inspirados, pero no es la forma del pensamiento y de la expresión de Dios. Es la forma de la humanidad. Dios no está representado como escritor […]. Los escritores de la Biblia eran los escribientes de Dios, no su pluma. Considerad a los diferentes escritores. No son las palabras de la Biblia las inspiradas, sino los hombres son los que fueron inspirados. La inspiración no obra en las palabras del hombre ni en sus expresiones, sino en el hombre mismo, que está imbuido con pensamientos bajo la influencia del Espíritu Santo. Pero las palabras reciben la impresión de la mente individual. La mente divina es difundida. La mente y voluntad divinas se combinan con la mente y voluntad humanas. De ese modo, las declaraciones del hombre son la palabra de Dios».5

Naturaleza y la autoridad

Una perspectiva tal de la inspiración de las Escrituras hace que la Biblia tenga naturaleza y autoridad únicas.

Aunque Dios usó a los seres humanos para escribir los libros de la Biblia, esos documentos no pueden serles acreditados, sino que tienen que ser atribuidos a Dios. Y dado que el contenido de las Escrituras se origina en Dios, es confiable y también digno de confianza. Junto con el salmista, por lo tanto, el cristiano puede decir: «Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino» (Sal. 119: 105).

Todavía no encontré a un hombre o una mujer que diga: «Me encontraba en un terrible estado; era un alcohólico sin esperanza, una desgracia para mi familia. Estaba pensando en suicidarme. Pero entonces comencé a estudiar filosofía y ciencia, y eso me transformó por completo. Desde entonces, soy la persona más feliz de la Tierra». Por otro lado, a lo largo de la historia y aun hoy, ha habido millones de personas que testificaron que leer la Biblia ha transformado sus vidas. Esto se debe a que el Espíritu que inspiró las Escrituras es el mismo Espíritu Santo que habla por medio de la Palabra al corazón de sus lectores. No todos responderán, pero los que lo hagan experimentarán una transformación de sus vidas, porque las Escrituras no son solo inspiradas, sino inspiradoras.

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1 A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido extraídas de la versión Reina-Valera 95® © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995.

2 Millard J. Erickson, Christian Theology (Grand Rapids, Michigan: Baker, 1985), p. 207.

3 A. Strong, Systematic Theology (King of Prussia, Pennsylvania.: Judson Press, 1907), p. 209.

4 Henry Morris, Many Infallible Proofs (San Diego, California: Creation-Life Publisher, 1974), p. 157.

5 Elena G. de White, Mensajes selectos, 3 vols. (Washington, DC: review and Herald, 1958), t. 1, p. 24.