Las transfusiones de sangre
¿Es lícito transferir sangre de una persona a otra para tratamiento médico o para salvar vidas?
Veamos primero lo que dice la Biblia sobre la sangre. Después del diluvio, Dios permitió que las personas comieran carne, pero les prohibió comer carne que aún contuviese sangre (Gén. 9: 4). La sangre debía ser drenada de la carne antes de ser consumida, porque contenía simbólicamente la «vida» del animal, un signo de respeto por la vida entendida como regalo de Dios.
Esta amonestación prohíbe específicamente comer o beber sangre, no inyectarla en las venas. En los tiempos bíblicos no existían las transfusiones de sangre, por lo que la Biblia no habla directamente sobre el tema. Sin embargo, una reformulación de nuestra pregunta inicial podría proporcionarnos la base para una respuesta.
Dado que la Biblia no prohíbe explícitamente las transfusiones de sangre, ¿podríamos entender que los cristianos deberían considerar el valor de las transfusiones para mejorar o prolongar la vida?
En su sentido más elemental, el evangelio se puede resumir en tres afirmaciones:
Una reflexión a fondo sobre la tercera declaración podría llevarnos a la respuesta.
Hay muchas maneras de demostrar amor, y una de ellas es responder a las necesidades de los demás. La Biblia dice que, si reconocemos que alguien tiene una necesidad y no le ayudamos a subsanarla, estamos demostrando que nuestra fe está muerta (Sant. 2: 26). Esto no es todo. Cuando Jesús envió a sus discípulos a asistir a la comunidad, les encargó la tarea de sanar enfermos, limpiar leprosos, resucitar muertos y echar fuera demonios: «De gracia recibisteis, dad de gracia» (Mat. 10: 8). Aunque Dios sigue siendo poderoso para hacer milagros, nos ha dado conocimiento y sabiduría para usar la ciencia médica, de modo que podamos mejorar y mantener la vida. Recibir sangre no está prohibido, y teniendo en cuenta nuestro mandato de ayudar a otros, donar sangre puede ser parte de nuestra responsabilidad cristiana.