El baile
Movimiento. Expresión. Ritmo. Bailar ha sido durante mucho tiempo un tema controvertido para los cristianos, sin embargo, la descripción de la danza en la Biblia es casi por completo positiva.
Eclesiastés 3: 4 nos dice que hay «tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar». El rey David le dijo a Dios: «Has cambiado mi lamento en baile» (Sal. 30: 11). Las mujeres cantaron y bailaron en la celebración de las victorias de David (1 Sam. 18: 6-7). El propio David «danzaba con todas sus fuerzas delante de Jehová» (2 Sam. 6: 14).
Salmos 150: 4 declara que cuando adoramos, deberíamos alabar a Dios «con pandero y danza». Tal adoración es descrita en Éxodo 15: 20, cuando los israelitas celebraban haber cruzado el mar Rojo. En una descripción del Israel restaurado, Dios declara que su pueblo «saldrá en alegres danzas» (Jer. 31: 4). Y mientras la Biblia no lo menciona específicamente, celebraciones comunitarias tales como las bodas de Caná a las cuales Jesús asistió (Juan 2: 1-11), con seguridad incluían el baile. En la parábola de Jesús del hijo pródigo, la familia celebra con danzas (Luc. 15: 25).
La Biblia solo menciona el baile en dos contextos negativos específicos: la adoración del becerro de oro en el Sinaí (Éxod. 32: 19) y cuando la hija de Herodías danza para Herodes antes de pedirle la ejecución de Juan el Bautista (Mar. 6: 21-22). Es fácil imaginar un marcado contraste entre aquellos bailes degradantes y centrados en uno mismo y las danzas de celebración y para honrar a Dios descritas en otras partes de las Escrituras. Probablemente a causa de esta connotación negativa el Nuevo Testamento no se refiera a la danza como parte de la liturgia de la iglesia cristiana primitiva.
Los bailes tradicionales son parte de la mayoría de las culturas humanas y de sus propias formas de arte. Son claramente diferentes de las danzas eróticas (sexualmente sugerentes) y de las danzas ceremoniales, las cuales pueden ser parte de un ritual religioso no cristiano. Hoy, cuando las personas piensan en bailar, pueden tender a pensar en formas sexualizadas, o en bailes diseñados para ser representados por parejas. La gente es menos propensa a pensar en el baile como parte de la adoración o de una celebración comunitaria, como la Biblia describe.
En 1 Corintios 10, después de discutir sobre la enloquecida adoración de los israelitas en el becerro de oro (vers. 7), Pablo declara: «Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (vers. 31). Puede requerir discernimiento espiritual reconocer la diferencia entre una danza que celebra la vida y honra a Dios, y el bailar para concentrarse simplemente en uno mismo y en la sensualidad, llevándonos a deshonrar a Dios y a nuestros cuerpos. Así como ocurre en otros ámbitos de nuestras vidas, las preguntas sobre la intención, la motivación y el entorno son relevantes para distinguir entre lo que nos eleva y nos degrada.
Puede ser desafiante, y controversial, redescubrir el rol que Dios designó a la danza en nuestras vidas. Podría implicar una complicada coreografía o simplemente aprender a expresarnos con todo nuestro ser.
Cualquiera que sea el papel de la danza en el Antiguo Testamento, también se podría argumentar debido a las connotaciones negativas asociadas que, para los cristianos (que deben evitar toda apariencia de mal), decantarse por el lado de la precaución, parece ser el enfoque más sabio a seguir.