El nudismo y el toples
Pronuncia las palabras «Biblia» y «nudismo» y lo más probable es que lo primero que se le venga a la mente a alguien es Adán y Eva viviendo desnudos y sin vergüenza (Gé. 2: 25) en el Jardín del Edén. Muchos eruditos piensan que, antes de la caída, Adán y Eva llevaban «túnicas de luz» que reflejaban el tiempo pasado en la presencia de Dios, al igual que, más adelante, el rostro de Moisés resplandeció tras la comunión con Dios (Éxo, 34: 29-35; ver también Sal. 104: 2). Parece que, antes de pecar, Adán y Eva reflexionaban poco sobre el hecho de estar desnudos, al igual que todas las demás criaturas. Cuando pecaron, de repente, «se dieron cuenta de que estaban desnudos» (Gén. 3: 7). Por primera vez, se sintieron vulnerables. Incómodos, intentaron solucionar el problema cubriendo sus cuerpos. Siguieron sintiéndose desnudos (Gén. 3: 8-10), sin embargo, el texto sugiere que no se escondieron debido a su desnudez literal, sino porque ahora se sentían espiritualmente descubiertos.
En los tiempos bíblicos, la mayoría de las personas poseían solo una prenda exterior. Generalmente, los hombres se cubrían solo la parte inferior cuando trabajaban fuera (Juan 21: 7) o realizaban el trabajo engorroso de un sirviente (Juan 13: 4). Cuando la Biblia habla de vestir al desnudo, significa ayudar a los que se encuentran en una pobreza extrema (Eze. 18: 7). En Apoc. 3: 17-18 y 16: 15, en una posible alusión a Adán y Eva, la desnudez se emplea de manera simbólica para representar la falta del manto de justicia de Cristo.
Diferentes culturas ponen un énfasis sexual sobre algunas partes del cuerpo, sobre todo del cuerpo femenino, y lo que se considera apropiado o inapropiado como vestimenta o porte puede variar dependiendo de la cultura o del contexto. Debido a que el propósito biológico (diseñado por Dios) de los senos es proporcionar alimento para los bebés (Isa. 49: 15), en muchas sociedades su visibilidad en público no resulta controvertida o se considera normal en el contexto de la lactancia materna. Al final, siempre es mejor para el cristiano no ofender a nadie. Por lo tanto, la modestia, incluso pecar de modestia, es, por defecto, la opción más segura.
Dios nos llama a ver nuestros cuerpos como templos espirituales (1 Cor. 6: 16), mientras rescatamos a las personas de los estándares falsos de perfección del mundo. Hoy, el mundo rebaja a las personas, especialmente a los jóvenes, debido a su apariencia, sus cuerpos y cualquier otra cosa inherente a ellos mimos. El mundo juzga a las personas basándose en su lenguaje, el color de su piel o la forma de su cuerpo. El cuerpo humano es mercantilizado, cosificado e idealizado. Los frutos de tal distorsión incluyen trastornos alimentarios, acoso sexual, pornografía, soberbia, alienación de nosotros mismos, al creer que debemos conformarnos a los estándares sociales para «dar la talla» de alguna manera.
El rey David escribió que somos «una creación admirable» (Sal. 139: 14). La Biblia homenajea el cuerpo humano, no solo durante la idealizada juventud, sino a lo largo de nuestras vidas, declarando que «la gloria de los jóvenes es su fuerza; la belleza de los ancianos, su vejez» (Prov. 20: 29).
Aunque ahora nuestros cuerpos marcados por el pecado no siempre reflejan la gloria de la creación que Dios declaró «buena en gran manera» (Gén. 1: 31) y la decencia nos obliga a taparnos, siempre debemos enseñar a la gente al Dios que nos conoce íntimamente y nos ama de manera incondicional.