Detrás de las cámaras: la cultura del cine
Las películas nos hacen reír, llorar, sonreír y suspirar. Combinan historias, sonido, música e imágenes; las películas aúnan múltiples formas de arte en una exhibición completamente absorbente. Dado que nos alcanza a tantos niveles, las películas tienen una habilidad única de afectarnos. Algunas películas estimulan nuestro ojos y oídos con incesante y frenética acción. Otras buscan hacernos pensar, ayudándonos a reconsiderar lo que pensábamos que sabíamos.
Ya que los jóvenes tienden a invertir mucho dinero en películas, gran parte de la industria cinematográfica global se centra en ellos. Los estudios cinematográficos gastan miles de millones de dólares intentando atraer su atención. A menudo lo que plantean es visualmente rico, pero pobre emocional y espiritualmente.
Lo que elegimos para entretenernos visualmente puede afectarnos para la eternidad. La gente a menudo aplica las palabras del apóstol Pablo en Filipenses 4: 8 a las elecciones de entretenimiento. Pablo nos dice que debemos enfocar nuestros pensamientos en lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable, loable, excelente y digno de alabanza. Como la Biblia muestra, las historias honestas a menudo se acercan bastante a estos ideales, y nos deberían dirigir a lo que es noble y verdadero.
Si escoges ver una película en particular, considera:
Las películas pueden ser educativas, instructivas e inspiradoras. También pueden ser triviales, de las que entumecen la mente y degradantes. Se necesita discernimiento para reconocer qué medios de comunicación nos atraen más cerca de Dios y los que nos están alejando de él. El rey David decidió: «No pondré delante de mis ojos cosa injusta» (Sal. 101: 3). Reflexionando sobre todos los aspectos de su vida, David escribió: «¡Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Jehová, roca mía y redentor mío!» (Sal. 19: 14).
Las películas irán y vendrán, pero nuestra relación con Dios es para siempre. Pongamos nuestros ojos en él.