Los derechos de los animales
¿Recuerdas lo mal que te sentiste siendo niño cuando murió tu pez dorado o tu hámster o tu conejito? Esos sentimientos tiernos eran un reflejo del corazón de Dios. Una de las más bellas características de Dios es su sensibilidad hacia los animales.
En el relato de la Creación, no podemos dejar de notar que cuando Dios les dijo a Adán y Eva lo que debían comer, los animales no entraban en el menú (Gén. 1: 29). El plan original de Dios incluía una dieta estrictamente vegetariana. Una vez que el pecado entró al mundo, el Señor permitió que los humanos comieran ciertos animales. Pero aun con eso, todo contribuye a darnos una idea clara de que Dios quiere que los animales sean tratados amablemente.
La ley de Moisés enseñaba que se debe permitir que los animales de trabajo coman libremente durante sus tareas y que se les debe proporcionar descanso en sábado, el día de reposo, también a ellos (Deut. 25: 4; Éxo. 20: 8-11). La Biblia enseña que el cuidado de los animales es «justo» y que maltratarlos es «cruel» (Prov. 12: 10).
Cazar o matar animales por deporte, por la «emoción» de quitar la vida, no está permitido en la Biblia, y aunque no está explícitamente prohibido, podemos deducir fácilmente que hacerlo es otro ejemplo de nuestro mundo caído. Dios fundamentalmente «odia» toda «violencia» en el mundo (Sal. 11: 5). «En el camino de la justicia está la vida; en sus sendas no hay muerte» (Prov. 12: 28). Dios está radicalmente en contra de matar y de dar muerte. Cuando vemos a Dios en las Escrituras permitiendo algún tipo de sacrificios, debemos entender que está haciendo una concesión necesaria debido a la condición caída de nuestro mundo. Cuando el mundo finalmente regrese al camino que el Señor desea, «ya no habrá más muerte» (Apoc. 21: 4).