Cuestión de vida o muerte

El aborto. La palabra lleva en sí misma una mezcla tóxica de puntos de vista. Algunas personas están a favor de la libre elección, creyendo que una madre debería tener el derecho de determinar si interrumpir o no su embarazo antes de un cierto tiempo. Otros creen que no se le debería permitir a ninguna madre interrumpir su embarazo nunca. ¿Qué perspectiva es correcta? Aquí tenemos unos cuantos puntos a tener en cuenta.

La vida humana prenatal es un regalo de Dios. Cuando Dios creó a Adán y Eva, al final de la semana de la creación, «los bendijo y les dijo: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; ejerced potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y todas las bestias que se mueven sobre la tierra”» (Gén. 1: 28). No había ningún indicio de muerte por ninguna parte. Dios nunca pretendió que la vida humana terminara, y con toda certeza, tampoco las vidas de los bebés en el útero.

El aborto es el resultado de la condición humana caída. Cuando Adán y Eva pecaron desobedeciendo a Dios, trajeron una plaga hacia la raza humana de la cual, solo Dios puede librarnos (Gén. 3). El aborto es uno de los efectos colaterales de nuestra condición humana. Si una mujer elije el aborto como control de natalidad, o debido a una violación, incesto o severos problemas congénitos diagnosticados en el feto, todos los abortos —sin importar la razón— son el resultado del pecado.

Los cristianos valoran, por encima de todo, la responsabilidad personal y la responsabilidad ante Dios. El poder de la elección dado por Dios a Adán y a Eva en el Edén —el derecho a elegir si comer o no del árbol prohibido— recalca cuán importante es la elección para Dios. ¿Qué tipo de seres creados seríamos, aparte de robots, si no pudiéramos elegir desobedecer a Dios? ¿Cómo podría estar seguro de que nuestra lealtad hacia él era el resultado de nuestra obediencia por amor? Esta idea está en el corazón de la respuesta de los cristianos al tema del aborto. Dios es el único ser cualificado para juzgar una decisión de este calibre, y él lo hará muy pronto (Ecl. 12: 14).

Cuando tratemos temas sobre el aborto, debemos ejemplificar el amor de Dios. Jesús declaró a sus discípulos: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros» (Juan 13: 35). Las personas que afirman ser seguidores de Jesús no condenan a los pecadores en ninguna forma, sino que aman a todos de tal manera que su conexión con el Salvador se ve claramente. No debemos actuar como conciencia para los individuos que están atrapados en dificultades morales y dilemas éticos, tales como el aborto; pero sí podemos ofrecerles guía espiritual, información precisa y apoyo durante el desarrollo de un momento desafiante en sus vidas.

En un mundo ideal, no habría abortos. No podemos vivir en un mundo ideal, pero como seguidores de Jesús, somos llamados a servir y bendecir a otros. Este servicio desinteresado puede ahorrar al mundo mucho dolor, incluyendo el dolor del aborto.

Para una comprensión más profunda de este tema, ver el siguiente enlace: https://www.adventist.org/en/information/official-statements/guidelines/article/go/-/abortion/