La restitución

Incluso las mejores relaciones pueden toparse con problemas cuando un amigo se equivoca con otro. En el transcurso de una discusión, podemos decir o hacer cosas que hieren a alguien, y solo más tarde nos damos cuenta del dolor que hemos causado. Aunque Dios promete su perdón, todavía tenemos que hacer lo que podamos para arreglar las cosas con quienes nos rodean (ver Mat. 5: 21-26; Rom. 12: 18). Un buen ejemplo de restitución, de hacer las cosas bien, aparece en la historia de Zaqueo.

Lucas escribió acerca de «un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico» (Luc. 19: 2). Los recaudadores de impuestos tenían una reputación bien merecida de estafar a las personas, especialmente porque colaboraban con la ocupación romana. Eran tan despreciados que los líderes religiosos enseñaban que era lícito engañarlos. Cuando Jesús llegó a Jericó, Zaqueo subió a un sicómoro para poder ver por encima de la multitud. El relato dice que «cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba lo vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me hospede en tu casa» (Luc. 19: 5). Entrar en la casa de un recaudador de impuestos se consideraba que hacía espiritualmente inmundo a quien se asociaba con él, pero ahí fue donde Jesús entró. La historia termina con la conversión de Zaqueo y la promesa de repartir la mitad de sus posesiones entre los pobres. Zaqueo dijo: «Si en algo he defraudado a alguien, se lo devuelvo cuadruplicado» (Luc. 19: 8).

En el Sermón del Monte, Jesús enseñó: «Si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda» (Mat. 5: 23-24). Jesús exhortó: «Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues» (Mat. 5: 42). Cuando tengas la oportunidad de hacer las paces con alguien, no te limites a hacer lo mínimo: sé rápido y generoso. Cualquiera puede hacer lo mínimo, o incluso lo esperado. Como cristiano, haz más de lo necesario. Verdaderamente, haz un esfuerzo adicional.