Los modelos de conducta: el invento de Hollywood
Todas las cosas fueron creadas por Dios y para Dios (Col. 1: 16); como resultado, todos tenemos un anhelo por la trascendencia. El deseo de adorar, ya sea dirigido hacia alguien o hacia algo, está arraigado en la naturaleza humana. El escritor estadounidense, David Foster Wallace escribió: «En las trincheras del día a día de la vida adulta, el ateísmo no existe. No hay nada que no implique adoración. Todo el mundo adora. La única elección que hacemos es qué adorar».
Al final, sí, todos adoramos algo. Cuando sirves y adoras al Dios verdadero, él mismo te hace completo. Aquellos que no conocen a Dios o le dan la espalda, siguen intentando llenar el vacío de sus corazones. En muchos sentidos, en esto consiste la esencia de la idolatría, antigua y moderna.
Hoy, algunas personas tienen como ídolos el poder, la riqueza y el placer. Algunos idolatran a las celebridades, convirtiéndolas en pequeños ídolos y absorbiendo la visión del mundo y los valores que promueven.
Hablando sobre los ídolos, el Salmo 115: 8 dice: «Semejante a ellos son los que los hacen y cualquiera que confía en ellos». En otras palabras, nos convertimos en aquello que adoramos.
Eso es alarmante, especialmente cuando pensamos en la influencia que Hollywood ejerce sobre la sociedad. Los investigadores han descubierto que la representación del alcohol en los medios influye mucho sobre los jóvenes a la hora de beber. Cuantas más imágenes que retratan el consumo de alcohol ven los jóvenes, más probabilidades tienen de que ellos mismos empiecen a beber o sigan bebiendo. Los medios normalizan la autodestrucción, promoviendo desde el uso del alcohol y de las drogas, hasta la codicia, la guerra y el sexo promiscuo. Y no tienes que ser un profeta bíblico para ver cómo, al adorar a los que hacen estas cosas, estamos más propensos a hacerlas nosotros mismos y, por lo tanto, también llegar a ser como ellos.
Es cierto, todos adoramos algo, y no podemos elevarnos por encima de lo que adoramos. Por eso las Escrituras nos llaman a adorar al único que es digno de adoración, a nuestro Creador y Redentor.