El código de vestimenta

La Biblia no nos ofrece una lista de vestimentas específicas que deberíamos llevar o evitar; tampoco nos dice cómo debería ser exactamente nuestra ropa. No existe un «uniforme de santidad». Los diseños, las telas y los arreglos sobre la vestimenta cambiaron incluso durante los tiempos bíblicos. Lo que era habitual en el contexto de Abraham habría estado fuera de lugar en la época de Pablo.

En lugar de entrar en detalles, Dios nos da valores en virtud de los cuales podemos y deberíamos tomar decisiones acerca de nuestras vidas, incluyendo nuestra vestimenta: humildad, decencia, decoro, sencillez e integridad. Estos principios aparecen en las Escrituras, pero relacionados con la vestimenta los encontramos en 1 Timoteo 2: 9-10 y 1 Pedro 3: 3-4. Aquí Dios nos dice que no deberíamos centrarnos en las características externas y superficiales, sino desarrollar un carácter noble. No debemos depender de los adornos para hacernos guapos, si no queremos acabar con un armario hermoso, pero con una vida fea (Prov. 11: 22).

Jesús dijo: «Y por el vestido, ¿por qué os angustiáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe? No os angustiéis, pues, diciendo: “¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” […] Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mat. 6: 28-31, 33).

Cuando tengamos nuestra mirada puesta en Dios, todas las demás cosas encajarán.