Las decisiones
«Si cambias algo, todo cambia». Este dicho proverbial está relacionado con el concepto llamado «efecto mariposa», que afirma que producir una pequeña diferencia en un punto puede tener grandes repercusiones posteriores en el conjunto. El desafío es saber qué cambios marcarán la diferencia. ¿Deberíamos asistir a esa fiesta? ¿Gastarnos el dinero de nuestro cumpleaños en esos zapatos? ¿Inscribirnos en ese viaje de misión? ¿Perdonar a ese amigo?
Así como el aleteo de las alas de una mariposa puede afectar el entorno más de lo que podríamos pensar, nuestras decisiones son importantes, incluso las que parecen más insignificantes. Por ejemplo, comer una fruta puede no parecer un gran problema, pero cuando se trata del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, las implicaciones son enormes. Las decisiones de hoy pueden tener consecuencias eternas.
Mientras el pueblo se preparaba para entrar finalmente en la Tierra Prometida, Dios les dijo a los israelitas: «Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia, amando a Jehová, tu Dios, atendiendo a su voz y siguiéndolo a él, pues él es tu vida, así como la prolongación de tus días» (Deut. 30: 19-20). Todos los días tomamos decisiones que afectan a nuestra vida. La pregunta es, ¿reflejan estas la voluntad de Dios para nosotros?
A veces podemos pensar que el beneficio inmediato de una acción es preferible a cualquier resultado a largo plazo. En realidad, somos responsables de todas nuestras decisiones y de las consecuencias que puedan tener. Dios desea nuestro bien. Por eso, y no solo por agradar a Dios, sino por nuestro propio bien, debemos hacerlo «todo para la gloria de Dios» (1 Cor. 10: 31).