La dieta

Frutas y semillas. Carne y vegetales. Comida rápida y comida sana. Desayunamos con prisa al salir de casa por las mañanas. O comemos justo para saciarnos hasta la próxima comida. En castellano, la palabra «dieta» se aplica a la vez como sustantivo para designar «la comida que comemos» y como verbo, para describir los esfuerzos que hacemos para mantenernos en forma física modificando o limitando lo que consumimos.

Dios se preocupa por todo lo que tiene que ver con nuestra vida física, mental y espiritual. Nos creó como seres integrados y lo que comemos juega un papel importante en nuestra calidad de vida. Dios creó los alimentos para nutrirnos, fortalecernos y sustentarnos, pero nosotros demasiado a menudo tratamos nuestra dieta a la ligera.

En el principio Dios dijo: «Mirad, os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, así como todo árbol en que hay fruto y da semilla. De todo esto podréis comer» (Gén. 1: 29). El plan de Dios era que disfrutásemos de una dieta vegetariana. Después del diluvio Dios permitió a la humanidad consumir carne (Gén. 9: 3-4), y él estableció una distinción entre las carnes «limpias», recomendadas para el consumo, y las «inmundas», que deberían ser evitadas (Lev. 11). Hoy la ciencia ha demostrado que una dieta vegetariana rica en frutas, semillas y verduras es ideal para mantener la salud.

La Biblia aconseja el equilibrio: «No te juntes con los bebedores de vino ni con los comilones de carne, porque el bebedor y el comilón se empobrecerán, y el mucho dormir los hará vestir de harapos» (Prov. 23: 20-21). Y pone en una perspectiva espiritual todas nuestras decisiones, incluidas las que tienen que ver con la dieta: «Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Cor. 10: 31).

En cuanto al concepto de «seguir una dieta», es importante recordar que para emprender cambios significativos en nuestra salud a través de la dieta se debe seguir una equilibrada combinación de nutrición sana, ejercicio y adecuado descanso. Los cambios de estilo de vida requieren paciencia y dedicación. No existen «soluciones rápidas».