El VIH

El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) que puede conducir al sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) es una enfermedad grave que continúa afectando a millones de personas. Se propaga a través del contacto sexual con una persona infectada, a través del intercambio de agujas, a través de transfusiones de sangre o a través de una madre infectada a su hijo.

Se calcula que de las decenas de millones de personas que viven con sida, casi la mitad desconoce su condición de VIH positivo. Si bien el tratamiento médico ha realizado grandes progresos ayudando a los pacientes a lidiar con este mal, la mejor medicina sigue siendo preventiva: no consumas drogas ni tengas relaciones sexuales fuera del matrimonio; y usa protección si tu cónyuge está infectado. Es vital recibir una buena educación sobre salud, ya que la gente suele tener ideas extrañas sobre cómo se transmiten las enfermedades o sobre qué puede ayudar para combatirlas. Un falso rumor decía que se podía contraer el VIH solo con sentarse en inodoros públicos.

Los jóvenes que crecen en una era de laxitud moral necesitan seguir los principios bíblicos con respecto a la sexualidad y el diseño de Dios de que la intimidad sexual se experimente dentro de la protección del pacto matrimonial. El matrimonio también debe ser protegido y fortalecido mediante la defensa del ideal de la abstinencia del sexo prematrimonial y la elevación del ideal de Dios para la fidelidad en el matrimonio.

Al comparar a la iglesia con un cuerpo humano, el apóstol Pablo escribió: «Pero Dios ordenó el cuerpo dando más abundante honor al que menos tenía, para que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen los unos por los otros. De manera que, si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan» (1 Cor. 12: 24-26). Este texto, aunque trata específicamente de dones espirituales, también nos da una pista sobre cómo responder a quienes sufren de VIH / sida en nuestro entorno. Para cualquier persona con una pizca de empatía, debería ser obvio que atacar con las Escrituras a las víctimas que sufren de una enfermedad tan grave no es el camino que Jesús aprobaría. Necesitamos ofrecer gracia, esperanza y compasión. Necesitamos compadecer a los que sufren, pero también ofrecerles toda la información y asistencia que podamos, para ayudarlos a convertirse en miembros sanos del cuerpo de Cristo.

Para una comprensión más profunda de este tema, ver el siguiente enlace: https://www.adventist.org/en/information/official-statements/documents/article/go/-/aids-a-seventh-day-adventist-response/