Las fobias

¿Alguna vez te has quedado bloqueado y no sabes exactamente por qué? ¿Has estado obsesionado con algo que raramente ocurre?

Las fobias (de la palabra griega fobos, significa ‘miedo’) son miedos irracionales a ciertas cosas o situaciones. Mientras que a cualquiera pueda aterrorizarle algo sorprendente o peligroso como un ratón o una serpiente, las fobias son desórdenes de ansiedad que pueden ser debilitadores, requiriendo ayuda profesional para tratarlos. En casos extremos, los que las sufren pueden estar tan incapacitados que no pueden llevar una vida normal de trabajo o estudio, o disfrutar de relaciones sanas y funcionales. Las fobias pueden causar síntomas tanto físicos como emocionales, desde presión arterial alta hasta ataques de pánico.

Incluso cuando el problema no sea tan serio, los miedos pueden dejarte temblando y desconcertado. Las personas que sufren de fobias se dan cuenta que sus emociones son irracionales, pero aun así se ven incapaces de superarlas.

Algunas de las fobias más comunes son a los lugares cerrados, a las alturas, a volar, a los insectos, a las serpientes y a las agujas o procedimientos médicos. Las más graves también incluyen fobias sociales, como el miedo a hablar en público o a situaciones sociales desconocidas.

Aunque puede haber una conexión genética y los niños aprenden las fobias de sus padres, la causa primaria son las experiencias aterradoras. Las fobias también pueden ser manifestaciones de sentimientos internos; por ejemplo, la sensación de estar atrapado en una relación o profesión puede causar claustrofobia (miedo a los lugares cerrados).

Los casos severos de claustrofobia requieren tratamiento clínico. Un psicólogo puede aplicar terapia cognitiva conductual, recapacitando el cuerpo y la mente del paciente para acostumbrarse a lo que teme.

Algunos consejeros recomiendan a sus clientes encontrar esperanza y fuerza en los pasajes bíblicos tales como: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno» (Sal. 23: 4); «Busqué a Jehová, y él me oyó y me libró de todos mis temores» (Sal. 34: 4).

El mismo Jesús nos hizo una promesa: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo» (Juan 14: 27).