La pérdida
A lo largo de la Biblia, las personas luchan a brazo partido con el dolor. Jacob está desconsolado ante la pérdida de su hijo José. Betsabé, de duelo por su marido Urías. David llora por Absalón y no puede ser consolado. En el Salmo 137 y en Lamentaciones, los judíos se lamentan por su tierra mientras soportan el exilio babilónico. Incluso Jesús llora ante la muerte de su amigo Lázaro.
La pérdida puede dejarnos vacíos, inestables y a la deriva. El sentido de pérdida puede presentarse de diferentes formas. Puede que lo experimentemos cuando nos mudamos a un lugar nuevo, cambiamos de escuela o profesores, o cuando muere un amigo o un familiar. Podemos afligirnos por la pérdida de rutinas habituales, por la ausencia de lo que nos parece seguro o a causa de una amistad. Nos pueden entristecer los cumpleaños, las vacaciones, las expectaciones incumplidas o un objeto que nos recuerda a alguien a quien hemos perdido. Nuestro dolor puede provenir de algo intangible, por ejemplo, la pérdida de un sueño o meta.
Cada uno de nosotros experimentamos el dolor a nuestra propia manera. Algunas personas se aíslan, mientras que otras luchan con la depresión, el enfado o la pena. Hay quien nunca supera el momento inicial del shock, o bien intentan parecer invencibles o despreocupados. Otros pretenden ignorar su pérdida distrayéndose con alcohol, drogas o comportamientos temerarios.
¿Cómo podemos hacer frente a la pérdida de una manera saludable? Puede que nos ayude a encontrar consuelo la música, escribir poesía o un diario, o meditar en un lugar tranquilo. Un amigo que nos permita hablar o estar en silencio, según necesitemos, no tiene precio. El sentido de nuestra pérdida nunca nos abandona, pero con el tiempo y con mecanismos sanos para afrontarla, puede sanar.
Recuerda:
Jesús pronunció una bendición para aquellos que están de luto, «porque recibirán consolación» (Mat. 5: 4). Dios nos ayuda a hacer frente a la pérdida y al duelo a través de la oración, meditar en pensamientos espirituales y participar en servicios religiosos y de apoyo a la comunidad. Pablo escribió, «mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falte conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Fil. 4: 19). En tu viaje a través del dolor, recuerda que Dios está contigo en cada paso del camino.