El duelo
La vida en un mundo imperfecto implica tener que enfrentarse a la pérdida de seres queridos.
El duelo es nuestra reacción ante una pérdida importante. El duelo trae sensaciones, emociones, pensamientos y comportamientos relacionados con nuestra pérdida. Cada uno lo experimenta a su manera: a través de las lágrimas, la risa, la reflexión interior.
Podemos sentir dolor por muchas razones: el final de una relación con un amigo cercano, la muerte de una mascota, un sueño roto o un traslado a un sitio o cultura lejana. Sean cuales fueren los motivos que nos provoca la sensación de pérdida, es importante tomarse el tiempo para procesar la manera en la que nos sentimos.
Hay formas saludables y no saludables a la hora de lidiar con el dolor. Algunas personas intentan sobrellevarlo usando el alcohol o las drogas, atacando a los demás, involucrándose en actividades sexuales promiscuas, durmiendo demasiado o retirándose de la vida social. Tales actitudes solo pueden intensificar el dolor que uno siente. Pero hay maneras positivas de afligirse. Hablar con un amigo o un familiar de confianza, escribir sobre nuestros sentimientos en un diario o un cuaderno, expresar las emociones a través de la pintura u otras artes creativas, son todas formas excelentes para asimilar el dolor.
Mientras estés superando el dolor, recuerda lo siguiente:
Dios no quiere que sucumbamos al dolor, que nos volvamos insensibles a nuestros sentimientos e incapaces de volver a sentir alegría y paz verdadera. La Biblia dice que hay «un tiempo para llorar, y un tiempo para reír, un tiempo para estar de luto y un tiempo para saltar de gusto» (Ecl. 3: 4, NVI). Jesús experimentó esta verdad, al tomarse tiempo para llorar a su amigo Lázaro (Juan 11: 35), incluso cuando sabía que iba a resucitarlo. Apocalipsis 21: 4 nos promete que en el mundo venidero «él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas [habrán] dejado de existir».