El control de mis impulsos
Aprender a controlar tus impulsos puede ser uno de los mayores desafíos de tu vida, ya se trate de decir palabras de las que te arrepentirás pasado el calor del momento, de gastar dinero sin pensar o de comprarte un dulce de más, que sabes que realmente no necesitas.
El apóstol Pablo escribió que el dominio propio es el «fruto del Espíritu», resultando de la obra del Espíritu Santo en nuestra vida (Gál. 5: 22-23). Sin embargo, Pablo también confesó: «Sabemos que la Ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido al pecado. Lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que quiero, sino lo que detesto, eso hago» (Rom. 7: 14-15). Las palabras de Pablo suenan como las de cualquiera que se arrepiente de lo que hace, pero que de todos modos sigue haciéndolo.
Es fácil quedar atrapado en un patrón de conducta autodestructivo, haciendo lo mismo una y otra vez, sin saber siquiera por qué lo hacemos. ¿Cómo puedes comenzar a controlar tus impulsos?
Prueba las siguientes pautas:
- Reconoce tus debilidades. Detente a pensar y considera por qué actúas de la manera en que lo haces. Muchas personas se comportan impulsivamente para satisfacer necesidades emocionales, pero nunca abordan de verdad el porqué. Si, por ejemplo, comes en exceso porque te sientes solo, estresado o ansioso, reflexionar sobre esos sentimientos puede ayudarte a ser consciente, en lugar de sentirte fracasado, la próxima vez que te asalte la tentación. El hambre, la ira, la soledad y el cansancio pueden ser desencadenantes particularmente frecuentes.
- Cambia. Si, por ejemplo, te encuentras consumiendo comida basura en demasiadas ocasiones, cámbiala por algo más saludable, pero igual de agradable, como fruta, por ejemplo.
- Haz planes concretos. Si eres descuidado con el dinero o discutes innecesariamente con tus padres, planificar con anticipación tus acciones puede ayudarte a tomar decisiones acertadas y gestionar mejor los conflictos. En muchos casos, resulta útil fijar cierta cantidad de dinero para actividades recreativas y mantenerse dentro del presupuesto y buscar los momentos más «relajados» para discutir los problemas con los padres. Asegurarte de que no solo te comunicas con tu familia cuando hay problemas también puede sentar las bases para conversaciones más productivas.