La amargura

Todos experimentamos situaciones negativas que pueden hacernos sentir amargados si no encontramos una solución. Cuanto más tiempo dejemos que esos sentimientos se arraiguen y prolonguen, más dañina se volverá nuestra amargura.

El libro de Hebreos describe la amargura como la principal barrera para encontrar la paz en nuestras relaciones con los demás. No podemos recibir la paz perfecta de Dios si mantenemos resentimiento contra alguien.

Hebreos 12: 14-15 dice: «Seguid la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, para que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz de amargura que os perturbe y contamine a muchos». La Biblia deja bien claro que la amargura puede, con el tiempo, llevarnos a ser completamente vencidos por el pecado.

Un paso importante para superar la amargura es pedirle a Dios que nos dé la fortaleza necesaria para enfrentar a la persona o situación que nos preocupa. Si la situación involucra un desacuerdo con otra persona, Jesús deja claro cuál es la mejor manera de resolverlo: «Si tu hermano peca contra ti, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo» (Luc. 17: 3).

Podemos hacer frente a nuestras situaciones amargas con amor y estar listos para extender el perdón al corazón arrepentido.