La deshonestidad

Un estudiante copia párrafos enteros del examen de evaluación de otro. Un chico maquilla la verdad para impresionar a una chica. Un hombre afirma que alguien le disparó, cuando lo que pasó en realidad es que se disparó con su propia arma.

Adán culpa desesperadamente a Eva de su primer pecado. Temiendo a la muerte, Abraham afirma que su mujer es simplemente su hermana. Los gabaonitas fingen que han viajado desde un lejano país. Ananías y Safira declaran que han donado todo lo que ganaron por vender una propiedad, pero se guardaron la mayor parte para ellos.

Decir una mentira, estirar la verdad, omitir hechos importantes para dar una falsa impresión, todo esto nos parece tan natural como el respirar. La deshonestidad es definida como la falsedad mostrada en el carácter o en el comportamiento de alguien. Uno puede ser deshonesto con palabras (como mentir sobre la edad, los ingresos o el estatus) o con el comportamiento (tal como escabullirse por una salida para no pagar la entrada).

La gente miente porque busca atención o admiración, o para compensar su falta de autoestima. Hay quienes mienten para impresionar a otros y parecer mejores que ellos. A las personas más deshonestas y engañosas se les pilla tarde o temprano y sufren las consecuencias naturales: rechazo, aislamiento y un montón de relaciones y confianzas rotas. Luego están aquellos que mienten tan hábil y despreocupadamente que parecen crear su propia realidad paralela. Como Absalón, atraen seguidores que compran alegremente las mentiras que tienen para vender. Tales personas pueden pervertir la sociedad de forma muy desagradable y destructiva.

Los actos deshonestos le quitan el brillo al carácter de una persona y violan la Ley de Dios: «No dirás contra tu prójimo falso testimonio» (Éxo. 20: 16). La Biblia también condena los comportamientos deshonestos: «No habitará dentro de mi casa el que hace fraude» (Sal. 101: 7), y anima a la honestidad en las transacciones de negocios: «Jehová abomina el peso falso, pero la pesa cabal le agrada» (Prov. 11: 1).

Jesús nos llama a vivir vidas genuinas en un mundo deshonesto. Aquel que se declaró a sí mismo «la verdad» (Juan 14: 6), prometió que, si le seguimos, conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres (Juan 8: 31-32).

Si tienes tendencia a mentir o a actuar de manera deshonesta, haz un pacto con Dios y comprométete a ser siempre veraz. Él te proporcionará la fuerza suficiente, y satisfará todas tus necesidades.