El dolor físico

El dolor físico es el regalo que nadie quiere. Hace contraerse al cuerpo alrededor de la parte afectada. Ya sea un espasmo muscular o una migraña, el dolor puede quitarte las ganas de vivir. Gestionar el dolor físico crónico empaña lentamente nuestra esperanza.

Lo que fue diseñado para proteger al cuerpo puede llegar a ser un enemigo. Se supone que el dolor te recuerda que lleves zapatos adecuados, o que dejes tranquila la taza hasta que la bebida que lleva dentro se enfríe. Hay veces, sin embargo, cuando el regalo de la protección llega a ser el agresor, y lo sufrimos sin ningún valor que lo justifique.

En esos momentos, llega el aviso de que Dios está cerca. Esto puede ocurrir en el momento en el que caminas en el valle de sombras (Sal. 23: 4), pero recuerda lo que también dice el versículo: «no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo». En medio del dolor, y en cada día difícil, tenemos compañía constante: nuestro salvador Jesucristo.

La presencia de Jesús significa que hay esperanza. La esperanza susurra la promesa de que algún día no habrá dolor. «Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron» (Apoc. 21: 4).