La alimentación apropiada
La tercera epístola de Juan, una breve carta del apóstol, contiene un saludo muy sencillo pero muy importante: «Amado, deseo que seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma» (3 Juan 1: 2). Al saludo estándar del mundo antiguo, este vincula la salud del cuerpo a la del alma. Para poder servir a Dios, debemos estar en buen estado de salud en la medida de nuestras posibilidades. Si bien todos tenemos cuerpos diferentes, algunos principios básicos, como el ejercicio, la dieta y el descanso, son válidos para todos nosotros. Si cuidamos nuestros cuerpos, tenemos más posibilidades de servir mejor a los demás, así como de tener mentes claras para acoger la verdad de la Palabra de Dios.
La nutrición es una parte clave de la buena salud, descuidada muy a menudo en nuestras vidas aceleradas. Incluso los discípulos de Jesús tuvieron problemas para encontrar tiempo para comer bien. Un día Jesús les dijo: «Venid vosotros aparte, a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer» (Mar. 6: 31). La mitad de nuestro problema se resuelve simplemente tomando el tiempo necesario para comer bien, en lugar de tomar snacks o comida rápida. No siempre es posible conseguir la comida más equilibrada, pero un poco de planificación puede marcar la diferencia. Ya sea en el trabajo o en la escuela, planear de antemano las comidas para la semana puede ayudarnos a comer de modo más saludable, además de ahorrar dinero.
En cuanto a qué comer, eso depende de nuestros gustos y preferencias, pero las Escrituras ofrecen consejos sobre las carnes más apropiadas (Lev. 11), y también revelan que la dieta original de Dios para nosotros era vegetariana (Gén. 1: 29). Los refrescos y los zumos preparados pueden ser sabrosos, pero tomados como dieta constante dañan los dientes, por lo que mantenerse hidratado a base de mucha agua es una idea más acertada. En 1 Corintios, el apóstol Pablo nos recuerda que nuestro estilo de vida es un testimonio al mundo. Él escribe: «Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Cor. 10: 31). Tómate un momento para reconsiderar qué cambios podrías hacer sobre qué y cuánto estás comiendo, y si tu ritmo de vida te está proporcionando la nutrición que necesitas.