Estudiar
El apóstol Pablo protegió a un joven llamado Timoteo. Mientras que Pablo tiene un montón de consejos para su amigo, un fragmento destaca: «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad» (2 Tim. 2: 15). Algunas versiones lo traducen como «estudia para mostrarte acreditado». En su carrera como pastor, misionero, estableciendo iglesias, Timoteo necesitaba dedicar tiempo a aprender para poder presentar la verdad adecuadamente.
Si encuentras el estudio, el aprendizaje y la escuela más aburridos que estimulantes, puede indicar simplemente que no has encontrado la asignatura o el asunto que te interesa. O puede significar que no has podido vincular la práctica del estudio con la manera en la que vives. Abordar la vida sin aprender cómo funciona —a través de la historia, la comunicación, la teología, la biología, entre otras— es una opción que seguro termina en problemas.
Jesús nos llama a seguirle con todo nuestro ser —corazón, alma, fuerza y mente (Luc. 10: 27)—, lo que significa que necesitamos ejercitar nuestros cerebros tanto como nuestros cuerpos. Así que, ¿cómo estudias? ¿Sobre qué asignaturas y temas te gusta pensar y hablar? Tómate algún tiempo para hacerte un plan de estudio. Puede incluir leer, estuchar una redifusión multimedia (podcast), ver un documental o incluso, tener una conversación con un experto sobre un tema en particular.
Estudiar conlleva trabajo y tiempo. No hay atajos. Pero en un mundo donde las posesiones materiales se rompen, se desgastan, y pueden incluso quitártelas, tu conocimiento y sabiduría sobreviven a cualquier cosa y te seguirán hasta la eternidad.