La testificación a través de las redes sociales
Nos guste o no, somos llamados a dar testimonio donde quiera que vayamos, incluyendo el mundo virtual. Muchos científicos sociales reconocen que la «realidad virtual» no existe, debido a que la vida «real» y la vida virtual se han entrelazado. El internet no es simplemente una herramienta; es un sitio y, dado que Jesús nos dice que vayamos «a todas las naciones» (Mat. 28: 19), tenemos la responsabilidad de representarle allá donde vamos. Afortunadamente, algunas prácticas de evangelización siguen siendo las mismas, independientemente que sean online o no.
Una buena palabra para recordar es «netiqueta» que hace referencia a nuestros buenos modales en un contexto digital. Por ejemplo, publicar en mayúscula en la página social de alguien se considera inapropiado, ya que parece que estás gritando. Otra regla es no ser un provocador o troll (provocar a los usuarios a pelearse o participar en conversaciones en las que no has sido invitado), por muy divertido que parezca. El consejo de Pablo todavía es válido: «En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas!» (Gál. 5: 22-23, NTV). La «gentileza» puede ser el rasgo que más falta les haga a los que dan testimonio de manera digital.
Un viejo refrán dice: «Un hombre convencido en contra de su propia voluntad sigue teniendo la misma opinión». Esto significa que enfadarse más, publicar más vehementemente o emplear todas las mayúsculas para atacar e intentar hacer a alguien opinar como tú, resultará contraproducente. Una mejor manera es poner preguntas inteligentes, elogiando lo que puedas y felicitando a las personas por adoptar una postura respetuosa en las discusiones. Otra táctica buena consiste en enviar mensajes privados a alguien en vez de entablar una conversación públicamente. Esto evita convertir la experiencia de ser testigo en un espectáculo que puede hacer a alguien parecer tonto.
Por encima de todo, sea cual sea el contexto, nuestro testimonio ha de nacer del amor hacia Cristo y hacia la otra persona. Eso significa que, a veces, debemos estar dispuestos a abandonar la conversación y dejar que las personas tomen sus propias decisiones.