¿Qué sabemos sobre la vida extraterrestre?
La Biblia es clara con respecto a que no estamos solos en el universo. Un ser todopoderoso, por encima y más allá que nosotros, nos creó y se preocupa por nosotros. La Biblia también menciona con frecuencia a los ángeles, siervos celestiales que hacen los recados para Dios en la Tierra y desempeñan proezas que parecen sobrenaturales. Incluso menciona a un ángel por su nombre: Gabriel (ver Dan. 8: 19 y Luc. 1: 19), cuyo nombre significa «Dios es mi fortaleza». Pero, ¿hay otros seres, como nosotros, que habitan sus propios planetas, llevando vidas algo similares a las nuestras?
La Biblia no da una respuesta definitiva, pero ofrece algunas indicaciones sustanciales. El primer y segundo capítulo de Job sugieren firmemente que la Tierra puede ser solamente uno de los muchos mundos que Dios ha poblado. Job 1 y 2 presentan dos escenas en las cuales, en algún reino celestial no especificado, «los hijos de Dios» (en hebreo, «hijos de Elohim») vienen a «presentarse a sí mismos» delante de Dios. Job 38: 7 describe a «los hijos de Dios» regocijándose mientras Dios crea el mundo. En Lucas 3: 38, Adán, el primer humano, es descrito como «el hijo de Dios» (ver también Gén. 6: 2, 4).
Aunque el término «hijos de Dios» de la escena sobrenatural de Job 1 y 2 puede estar refiriéndose a ángeles, su uso en otras partes para describir a los humanos, sugiere claramente que puede referirse a otras «vidas inteligentes» que Dios ha creado. La capacidad de los «hijos de Dios» para entrar en la presencia de Dios nos dice que, al contrario que los terrícolas, son seres no caídos. Su posibilidad de viajar por el universo parece sin estorbos.
Los científicos estiman que el universo contiene diez mil veces más estrellas que granos de arena hay en la Tierra, en quizás cientos de miles de millones de galaxias (y posiblemente muchas, muchas más). Aunque la ciencia puede que nunca descubra vida en otros mundos (excepto la que confirma la existencia de ángeles atestiguados por infinidad de personas a través de la historia), la evidencia bíblica sugiere rotundamente que otra vida, no terrestre, existe en el cosmos.