Tú importas
Es fácil sentirse invisible. Insignificante. Oculto. Nada interesante. No querido.
Contrariamente al mensaje que podamos sentir que el mundo nos envía, importamos, especialmente a Dios. Este mensaje es el tema estrella de la Biblia, y no lo podemos ver más claro que cuando Jesús se aproximó a una ciudad llamada Naín.
Jesús acababa de salir de la ciudad de Capernaúm con una multitud entusiasmada. Ellos iban atentos a cada una de sus palabras, pero a medida que se acercaban a Naín, se cruzaron en su camino con otro grupo grande. Una mujer que ya había perdido a su marido estaba ahora enterrando a su hijo.
Cuando Jesús la vio, «se compadeció de ella y le dijo: «No llores» (Luc. 7: 13). Internamente, Jesús sintió el dolor de esa madre. Jesús percibe nuestro dolor (Heb. 4: 15), pero puede hacer mucho más que sentir. Lo que Jesús hizo después muestra cuánto significamos para Dios: «Acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y le dijo: “Joven, a ti te digo, levántate”» (Luc 7: 14). Entonces el joven se sentó y comenzó a hablar.
Jesús estaba tan conmovido por el dolor de la viuda que se paró, la confortó, tocó el ataúd donde su hijo yacía y lo llamó de vuelta a la vida. Las noticias se esparcieron rápidamente desde la estupefacta multitud: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros» y «Dios ha visitado a su pueblo» (Luc. 7: 16).
Nuestro Padre celestial nos ama inmensurablemente. Nunca dudes de lo que vales. Jesús pagó el precio máximo por ti porque el cielo pensó que lo merecías.