¿Cuáles son las implicaciones de la posmodernidad?

Cuando Jesús compareció ante Poncio Pilato, el gobernador romano le preguntó: «¿Qué es la verdad?» (Juan 18: 38). Para muchos, esta pregunta ilustra la cuestión central de la posmodernidad: cómo encontrar la verdad. «Posmodernidad» era originalmente un término arquitectónico, que fue adoptado por una corriente de pensamiento elaborada por filósofos franceses tales como Jean-François Lyotard, Jacques Derrida y Michel Foucault. Esta corriente se basa en tres nociones principales: el escepticismo hacia todas las metanarrativas, la idea de que «no hay nada fuera del texto», y el principio de que el conocimiento es poder.

Estas nociones tienen tres importantes implicaciones: que hay que dudar de las grandes cosmovisiones religiosas, que debemos entender que toda «verdad» es una interpretación de la realidad, y que fuerzas poderosas están intentando convertirnos en cierto tipo de personas. Esto significa que la posmodernidad desconfía de cualquiera que haga afirmaciones categóricas sobre la realidad, que no cree que nadie disponga de verdades objetivas, y que sugiere que deberíamos liberarnos de todas las instituciones que intentan decirnos qué hacer.

Si bien la posmodernidad presenta desafíos para el cristiano, también corrige algunos desequilibrios. Muchas instituciones cristianas han usado la coacción, forzando a otros a creer su manera de ver el mundo y la historia. La posmodernidad muestra cómo la ciencia ha hecho lo mismo, burlándose de cualquiera cuyas creencias no encajan dentro de su marco racional. Necesitamos escuchar todas las voces, no hacerlas callar. Pablo nos dice que, como seres humanos, nuestra percepción de la realidad es limitada (1 Cor. 13: 12). La realidad objetiva y la verdad existen, pero ninguno de nosotros tiene una percepción perfecta: utilizamos nuestros sentidos y nuestro lenguaje para interpretar todo, incluida la Biblia. Finalmente, la Biblia nos dice que varios poderes están tratando de moldearnos a su imagen (Efe. 6: 12) y necesitamos estar al tanto de ello para que no nos conformemos con imágenes de la realidad equivocada. Entonces, ¿cómo deberíamos responder a la posmodernidad?

Como cualquier otra idea humana, la llamada posmodernidad tiene puntos fuertes y débiles. Si bien debemos reconocer que todo lo que deducimos es una interpretación, también podemos confiar en que el Espíritu puede llevarnos a la verdad (Juan 8: 31-32; 16: 13). Creemos en la gran historia del plan de salvación de Dios, pero debemos evitar decirlo de una manera que ignore o descalifique a los demás, o no seremos diferentes de la iglesia medieval que persiguió a quienes no estaban de acuerdo con ella. Finalmente, aunque a nuestro orgullo le gusta pensar que podemos liberarnos de todas las influencias externas, ese no es el caso. Sin embargo, somos libres de elegir lo que queremos que nos forme. Para el cristiano, ese poder es el del Espíritu de Dios, hablando a través de su Palabra, mientras participamos de la comunidad de Dios, conocida como la iglesia.