La eutanasia

La eutanasia plantea la tensión entre la voluntad de vivir y el deseo de morir con dignidad. Es un desafío contemporáneo, que solo se suele ver en países que disponen de suficientes recursos de atención médica para alargar la vida más allá de lo previamente esperado.

La Biblia no ofrece ejemplos de eutanasia. El sexto mandamiento nos ordena no matar, y esto nos lleva a desear que la naturaleza siga su curso en lugar de intervenir nosotros en su contra. En el mundo de hoy, sin embargo, las cosas rara vez son tan sencillas. ¿Cuándo y cómo debe interrumpirse un tratamiento? ¿Qué pasa con los accidentes y enfermedades que dejan a las personas en una situación insoportable? ¿Es legítimo terminar con la vida de alguien que así lo desea?

Frente a estas cuestiones es importante definir los términos. En el llamado suicidio asistido, el paciente toma medidas para terminar con su propia vida en cooperación con un médico. Llamamos eutanasia a cuando un médico causa directamente la muerte de un paciente que experimenta dolor y sufrimiento extremos. La eutanasia puede ser «activa» si corresponde a la decisión deliberada de causar la muerte, o «pasiva» cuando solo consiste en suspender un tratamiento médico. Una sedación terminal es la administración de sedantes en dosis muy altas, lo que suele causar pérdida de conciencia y lucidez mental, y potencialmente puede también poner fin a la vida del paciente.

Si bien la cosmovisión bíblica fomenta un profundo respeto por la vida, esta no reduce los problemas a simples tomas de decisión. El cuidado de las personas, tal como Dios espera de nosotros, implica que debemos tener en cuenta los detalles de cada caso. Dicho esto, existe una gran diferencia moral entre la decisión de causar la muerte (eutanasia activa) y la de dejar morir a alguien abandonando el encarnizamiento médico (eutanasia pasiva). En los casos en que prolongar la vida significa simplemente prolongar el sufrimiento sin esperanza de curación, los médicos y los pacientes pueden optar por interrumpir el tratamiento, aunque eso pueda acelerar el fin de la vida.

En todos los casos de fin de vida, los cuidados paliativos (que procuran aliviar y prevenir el dolor) son extremadamente importantes. Cualquier decisión debe tener en cuenta a toda la persona. Ya sea que se elija prolongar su vida física o terminar con tratamientos médicos agresivos, siempre debemos tener en cuenta la voluntad del paciente. En cualquier caso, se trata de preservar la dignidad humana en sus tres dimensiones: física, mental y espiritual. Independientemente de lo que decida la persona que se enfrenta al final de su vida, el papel de los creyentes y de su iglesia es acompañarla hasta el final, sin juzgar, animándola con la esperanza de la vida eterna.

Para una comprensión más profunda de este tema, ver el siguiente enlace: https://www.adventist.org/en/information/official-statements/statements/article/go/-/care-for-the-dying/