Hablemos de mayordomía
El rey David escribió: «De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan» (Sal. 24: 1). Este versículo afirma claramente que todos y todo pertenece a Dios. Si todo pertenece a Dios, entonces en última instancia, nada nos pertenece a nosotros. Todo lo que tenemos le pertenece a Dios. Incluso nuestros cuerpos pertenecen a Dios, tal y como Pablo subrayó: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?» (1 Cor. 6: 19). No somos propietarios, somos mayordomos.
Un mayordomo es alguien que cuida de la propiedad y los asuntos de otra persona. Dios nos ha confiado nuestro tiempo, dinero, talentos y cuerpos. Estas son las cuatro T de la mayordomía: tiempo, tesoros, talentos y tiempo. A pesar de que nos referimos a ellos como «nuestros», pertenecen a Dios; así que él nos pedirá cuentas de cómo los hemos usado.
Hoy más que nunca necesitamos ser responsables de aquello que Dios nos ha confiado. Si miramos a nuestro alrededor, podemos ver que estamos destruyéndonos a nosotros mismos y a la tierra. Ahora es el momento para que los cristianos marquen la diferencia. Puedes comenzar por lo siguiente:
Ha llegado el momento de ser una generación de mayordomos responsables. Demasiadas generaciones han ido y venido, solo para destruir el planeta y destruirse los unos a los otros. Es hora de vivir las palabras del apóstol Pedro: «Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Ped. 2: 9).