Hablemos de mayordomía

El rey David escribió: «De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan» (Sal. 24: 1). Este versículo afirma claramente que todos y todo pertenece a Dios. Si todo pertenece a Dios, entonces en última instancia, nada nos pertenece a nosotros. Todo lo que tenemos le pertenece a Dios. Incluso nuestros cuerpos pertenecen a Dios, tal y como Pablo subrayó: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?» (1 Cor. 6: 19). No somos propietarios, somos mayordomos.

Un mayordomo es alguien que cuida de la propiedad y los asuntos de otra persona. Dios nos ha confiado nuestro tiempo, dinero, talentos y cuerpos. Estas son las cuatro T de la mayordomía: tiempo, tesoros, talentos y tiempo. A pesar de que nos referimos a ellos como «nuestros», pertenecen a Dios; así que él nos pedirá cuentas de cómo los hemos usado.

Hoy más que nunca necesitamos ser responsables de aquello que Dios nos ha confiado. Si miramos a nuestro alrededor, podemos ver que estamos destruyéndonos a nosotros mismos y a la tierra. Ahora es el momento para que los cristianos marquen la diferencia. Puedes comenzar por lo siguiente:

  1. Tiempo. Decide dedicar tiempo a Dios cada día y cada semana. Pon empeño en observar el sábado con toda la intención de hacerlo. Programa algo de tiempo cada semana para hacer algo por alguien que lo necesite y emplea algo de tu tiempo para ayudar a otros.
  2. Tesoros. Devuelve el diezmo fielmente y separa algo de dinero para ofrendas de cada ingreso que obtengas. Si no estás trabajando, piensa en las cosas que tienes y que ya no usas. Es posible que puedas venderlas y sacar de esa venta el diezmo y las ofrendas para la iglesia. Investiga si puedes hacer algún trabajo para alguien de tu comunidad. No les cobres mucho y separa el diezmo y las ofrendas del dinero que ganes. Comienza un programa de reciclaje en tu vecindario o en tu iglesia; también puedes comenzar por tu casa.
  3. Talentos. ¿En qué eres realmente bueno? Puede ser un deporte, dibujando, cantando, tocando un instrumento, cocinando o limpiando. No importa cuáles sean tus dones, úsalos para Dios y para la iglesia. Dale tu talento a Dios y úsalo para su gloria.
  4. Templo. Escoge cuidar de tu cuerpo, tu templo espiritual (1 Cor. 6: 19). Haz ejercicio y come sano. Sal al aire libre y disfruta del sol y del aire fresco. Bebe mucha agua. Descansa todo lo que puedas. Comprométete a no enredarte en ninguna actividad sexual fuera del matrimonio. Practica la moderación y confía en Dios.

Ha llegado el momento de ser una generación de mayordomos responsables. Demasiadas generaciones han ido y venido, solo para destruir el planeta y destruirse los unos a los otros. Es hora de vivir las palabras del apóstol Pedro: «Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Ped. 2: 9).