Índice

1. Revelación e inspiración

2. La evidencia bíblica

3. Método y modelos

4. Debate sobre revelación e inspiración dentro del adventismo

5. Hacia una interpretación bíblica de revelación-inspiración

6. Modelo bíblico de revelación-inspiración

7. Efectos hermenéuticos

1. Revelación e inspiración

Sabemos de Dios únicamente por medio de su revelación, y, por lo general, los cristianos hemos reconocido las Escrituras como revelación pública y específica de la voluntad y del pensamiento de Dios para nosotros. Aparte de la revelación especial de Dios en las Escrituras (2 Tim. 3: 16), los teólogos también hablan de una revelación general a través de la naturaleza, mediante la cual todo el mundo tiene cierto conocimiento de un Ser supremo. Dios nos presenta esa idea específicamente en las Escrituras (por ejemplo, Rom. 1: 18-20).

Con la llegada de las eras moderna y posmoderna, muchos cristianos han llegado a la conclusión de que la existencia de una revelación cognitiva especial procedente de Dios es imposible. Des-graciadamente, esos teólogos intentan interpretar las Escrituras partiendo de la suposición de que en su redacción participaron úni-camente seres humanos. Están convencidos, de forma dogmática, de que Dios no puede comunicar conocimiento a los seres humanos. Por eso, las Escrituras y la teología son fruto de la imaginación humana, siempre cambiante. De ese modo, esos teólogos niegan la convicción de Pedro de que en las Escrituras no hallamos mitos, sino verdades (2 Ped. 1: 16).

Autor e interpretación

Siempre que leemos un texto, damos por sentado acertadamente que alguien lo ha escrito. No siempre es necesario que, para entender el significado de un texto, conozcamos al autor, pero tal conocimiento puede añadir profundidad al significado.

Cuando leemos las Escrituras se da la misma dinámica. Lo más frecuente es que entendamos el significado obvio de los textos. Si estamos convencidos de que Dios es el autor de lo que leemos en las Escrituras, nuestra interpretación teológica de las mismas variará considerablemente de la de un lector que esté convencido de que las Escrituras son obra de individuos religiosos bien intencionados que describían su propia experiencia. Por eso, la comprensión de quién es el autor de las Escrituras (o de quiénes son sus autores) llega a ser una premisa crucial desde la que los creyentes y los teólogos abordan su interpretación de las Escrituras, formulan las enseñanzas cristianas y experimentan su poder transformador en la vida cotidiana. En resumidas cuentas, nuestra comprensión de la revelación-inspiración (RI)1 se convierte en una suposición necesaria para nuestra hermenéutica de la Escritura y de su teología.

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1 Las palabras ‘revelación-inspiración’ van con guión en medio para indicar que son aspectos inseparables del mismo proceso. Para ahorrar espacio, usaré la abreviación “RI”.