4. Debate sobre revelación e inspiración dentro del adventismo
5. Hacia una interpretación bíblica de revelación-inspiración
6. Modelo bíblico de revelación-inspiración
¿De qué manera incide la interpretación de la RI que acabamos de esbozar en nuestra comprensión de las Escrituras y en la tarea de ha-cer teología? Influye en estas tareas a través de los principios herme-néuticos que se derivan de ella. En tal caso, ¿cuáles son los principios fundamentales que se derivan?
La plena encarnación del pensamiento divino en las palabras humanas
Según el modelo bíblico de la RI, Dios se reveló de muchas maneras condescendiendo con los patrones humanos de pensamiento y de escritura. Toda la Biblia es revelada. Las palabras de los profetas han llegado a ser las palabras de Dios. Entonces, cuando se hace exégesis y teología, no deberíamos distinguir entre pensamiento divino y palabras humanas, ni entre porciones de las Escrituras.
Tenemos acceso a las enseñanzas y la revelación divinas solo a través de palabras. En consecuencia, todo el texto de las Escrituras, desde Génesis hasta el Apocalipsis, se convierte en la fuente de datos y de principios hermenéuticos más específica y suficiente —y en la única fiable— que tenemos para conocer a Dios y su voluntad para nosotros.
La composición histórica de las Escrituras
Según el modelo bíblico de la RI, Dios se revela dentro del proceso histórico (Éxo. 25: 8; Juan 1: 1-14). En otras palabras, la revelación es histórica, fundamentalmente porque Dios ejecuta su plan de redención históricamente dentro del devenir espacio-temporal de la historia humana. Sin embargo, esta condescendencia divina no significa que las enseñanzas bíblicas sean fruto de tendencias culturales. Significa sencillamente que las verdades trascendentes de Dios aparecen no solo dentro de las limitaciones de la humanidad, en general, sino también dentro de las limitaciones de los tiempos históricos en que vivió y escribió cada profeta. Guiados por el Espíritu Santo, los profetas usaron la cultura de forma crítica y selectiva.
La revelación divina no está condicionada históricamente. Los aspectos culturales de la historia sagrada están caducos, pero forman parte de las acciones y la revelación divinas. Por lo tanto, el intérprete adventista dará por sentado que el texto bíblico, in toto, es resultado de la revelación divina en la historia, recibido, comprendido y compuesto por los profetas y los apóstoles. La conciencia de las situaciones históricas en que tuvieron lugar la revelación divina y la escritura profética es un paso necesario para la comprensión adecuada de las enseñanzas y los pensamientos revelados divinamente.
La multiforme naturaleza de las verdades divinas
Dado que el modelo bíblico de la RI fluye desde el interior del devenir de la historia humana, entiende que el propósito de las Escrituras es revelar verdades no solo referidas a Dios, sino también a cuanto Dios ha creado en la naturaleza y ha hecho en la historia. Por eso, las verdades bíblicas no pueden limitarse a Dios y la salvación, como parecen sugerir otros modelos, sino que abarcan la sorprendente diversidad de verdades relacionadas entre sí en cuanto a Dios y sus obras. Los exégetas y los teólogos deben tener especial cuidado de no ahogar esta riqueza decidiendo unilateralmente que solo son relevantes ciertas verdades salvíficas, descartando el resto. Obrar así pondría a los teólogos en un empeño reductor y distorsionador de la “esencia” del mensaje cristiano, descartando la mayoría de las enseñanzas cristianas como si estuviesen condicionadas culturalmente y resultasen, por lo tanto, prescindibles.
Las limitaciones del conocimiento revelado
Según el modelo bíblico de la RI, la revelación divina está limitada por todas las características de nuestras modalidades humanas de conocer y de escribir. Los intérpretes siempre deberían tener en cuenta que ni siquiera los escritores bíblicos pueden presentar completamente una sola verdad en el lenguaje humano (cf. Juan 21: 25).34 Incluso las verdades humanas son siempre mayores y más plenas de lo que nuestro lenguaje puede expresar. En consecuencia, los intérpretes que abordan misterios divinos se cuidarán del error hermenéutico de suponer que la interpretación de un pasaje constituya toda la verdad sobre ese tema.
Además, el conocimiento revelado está limitado por la imperfección de la sintaxis humana. El intérprete se ve obligado a elegir basándose en suposiciones; de aquí la gran importancia de una clara comprensión de las presuposiciones hermenéuticas y del modelo bíblico de la RI implicados en la interpretación de las Escrituras.
La fiabilidad de las Escrituras
El modelo bíblico de la RI nos garantiza que la revelación divina se comunica de forma fiable en las palabras de las Escrituras. Por lo tanto, en las Escrituras no encontramos la comprensión ni la filosofía de sus autores humanos, sino las de Dios. La RI es el proceso usado por el Espíritu Santo para comunicar los puntos de vista de Dios sobre la naturaleza, la historia y nuestra situación calamitosa, así como su implicación dinámica y salvífica en las mismas.
Las Escrituras revelan los puntos de vista y las acciones de Dios en la naturaleza y la historia. Además, no hay dicotomía entre historia y salvación, porque la salvación tiene lugar como un proceso histórico en el que Dios está implicado personalmente. Las Escrituras nos presentan la visión de conjunto necesaria para nuestra vida en este mundo y en el mundo futuro. En este sentido amplio y abarcante, no yerran, y son la fiable fuente definitiva de conocimiento divino disponible de este lado de la eternidad.
Según el modelo bíblico, la RI tiene lugar dentro del continuo histórico-temporal. Por ello, las Escrituras incluyen muchos datos históricos y naturales indispensables que se corresponden esencialmente con revelaciones y acciones de Dios. Sin embargo, la revelación bíblica no busca darnos un relato exhaustivo y preciso de datos históricos y científicos, sino más bien una síntesis fiable de la multiforme sabiduría de Dios, así como de su voluntad y de sus actividades dentro de la esfera espacio-temporal de la creación. Los hechos de las Escrituras siempre se incluyen en la medida en que son requeridos por las abarcantes actividades salvíficas de Dios dentro del devenir de la historia humana.
Por lo tanto, el intérprete debería leer las Escrituras no como ciencia, sino como una filosofía de la historia. Debería buscar el significado de la revelación bíblica en el abarcante ámbito teológico sin esperar encontrar el tipo de precisión relativo a los hechos históricos y naturales que se espera en los estudios científicos. La falta de precisión en detalles fácticos debería considerarse que es evidencia de la plena encarnación del pensamiento divino desde el interior del devenir cotidiano de la historia humana.
La autoridad de las Escrituras
El modelo bíblico de la RI fundamenta en Dios la autoridad de las Escrituras. Autoridad significa que las Escrituras son la fuente fiable de información con respecto a Dios, sus acciones, sus enseñanzas y su voluntad salvífica hacia nosotros. Puesto que en ellas Dios revela explícitamente sus pensamientos y sus acciones en cuanto a todo, las Escrituras han de juzgar todo pensamiento y no ser juzgadas por nadie (1 Cor. 2: 15; 2 Cor. 10: 5).
Se coligen ciertas consecuencias de la autoridad de las Escrituras. Por ejemplo, en los estudios exegéticos y teológicos el intérprete jamás intenta entenderlas partiendo de las presuposiciones hermenéuticas basadas en las ciencias y las filosofías humanas. Las Escrituras se interpretan a sí mismas. Se puede aplicar una hermenéutica de sospecha a los estudios científicos y filosóficos, pero nunca a las Escrituras.
Por último, la autoridad de las Escrituras y su inspiración se confirman por lo fidedigno de sus enseñanzas (Juan 17: 17). Sin embargo, esta confirmación depende de aceptar el modelo bíblico de la RI. Si no, los intérpretes que apliquen la hermenéutica de la sospecha a las Escrituras nunca entenderán sus verdades, y, por lo tanto, jamás serán capaces de verificarlas.
Durante el último medio siglo un gran segmento de estudiosos adventistas ha adoptado alguna versión de la inspiración de pensamiento. Otros se han sentido satisfechos trabajando en el contexto de una perspectiva verbal de la inspiración. Algunos teólogos se han aventurado a entrar en el terreno de la revelación modernista de encuentro. Tras estas posiciones, encontramos muy poca reflexión teológica y filosófica seria. En general, los adventistas han “resuelto” el asunto de la revelación de forma práctica; es decir, simplemente adoptaron una interpretación ya hecha de la RI para adelantarse a problemas interpretativos y de praxis.
En consecuencia, a comienzos del siglo XXI la inspiración de pensamiento parece contar con la lealtad de un amplio espectro de teólogos adventistas. Su argumentación contra la inspiración verbal y a favor de la inspiración de pensamiento se apoya en algunas declaraciones concretas de Elena G. de White sobre la RI. Los teólogos han usado la disyuntiva entre pensamiento y palabra, que es característica de la inspiración de pensamiento, con diversos fines. Van de explicaciones de incoherencias literarias e históricas a un acomodo a teorías científicas o filosóficas, como el método histórico-crítico y la evolución. Mientras las primeras no afectan a la interpretación adventista del séptimo día dentro del marco del tema del gran conflicto, un acomodo a teorías científicas y filosóficas implica su abandono y su sustitución.
Una cosa está clara: los adventistas no están unidos en su interpretación del asunto fundamental de la RI. Además, los tres puntos de vista que circulan entre ellos fueron concebidos y formulados por filósofos y teólogos cristianos que trabajaban basándose en principios hermenéuticos derivados de la filosofía humana. Esos principios no solo son extrabíblicos en origen, sino que son contrarios al pensamiento bíblico en contenido. Además, ninguna de las tres opciones integra satisfactoriamente toda la evidencia. Por ello, salta a la vista con claridad la necesidad de un nuevo modelo de interpretación.
Algunos adventistas han buscado una mejor manera de entender la RI prestando mayor atención a las Escrituras (enseñanzas y peculiaridades) y a Elena G. de White. Basándonos en la obra de esas personas, hemos sugerido en este capítulo un nuevo modelo para interpretar la RI. Es un modelo bíblico, porque se basa en premisas hermenéuticas bíblicas fundamentales, y presta estrecha atención a todo el abanico de la evidencia bíblica (doctrina y peculiaridades). Es preciso que sigamos buscando una comprensión mejor y más profunda del modelo bíblico de la RI. Al hacerlo, debemos trabajar partiendo de la comprensión bíblica de las presuposiciones hermenéuticas fundamentales implicadas en nuestra interpretación de la RI. Solo desde tal base podremos superar las deficiencias de la inspiración verbal, de la inspiración de pensamiento y de la revelación de encuentro.
Debemos explicar e integrar con detalle toda la evidencia que encontramos en las enseñanzas y las peculiaridades de las Escrituras relativas a la RI. De esa forma, entenderemos mejor cómo nos reveló Dios conocimiento e información en un relato escrito fiable, una carta de amor concebida para nuestra salvación. Deberíamos seguir entregando toda la autoridad teológica a la revelación escrita de Dios, contenida en todo el texto de las Escrituras, pese a incoherencias secundarias en detalles históricos. A partir de semejante fuente, poderosa y rica, de datos de la revelación, los teólogos adventistas podrán indagar más las riquezas asombrosas de la revelación divina, intentando echar mano de su lógica histórica interna, centrada en la implicación continua de Dios en el gran conflicto. También podrán explicar sus puntos de vista al mismo nivel que cualquiera de las escuelas de teología, o de todas ellas, que edificaron sobre la arena movediza de las filosofías y las convicciones científicas humanas.
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34 Elena G. de White explica: «Es imposible para cualquier mente humana abarcar completamente siquiera una verdad o promesa de la Biblia» (Ed 167).