Índice

1. Revelación e inspiración

2. La evidencia bíblica

3. Método y modelos

4. Debate sobre revelación e inspiración dentro del adventismo

5. Hacia una interpretación bíblica de revelación-inspiración

6. Modelo bíblico de revelación-inspiración

7. Efectos hermenéuticos

4. Debate sobre revelación e inspiración dentro del adventismo

¿Cómo afectan hoy al adventismo estas ideas? Quizás Edward Heppenstall describiera con acierto la forma general en que la mayoría de los autores adventistas aborda el estudio de la RI cuando dijo que «esta iglesia no tiene una doctrina de la revelación y la inspiración claramente definida y desarrollada. Nos hemos alineado con la posición evangélica o tradicional».1

En esta sección nuestro propósito sigue siendo muy modesto, pues solo pretendemos describir desde una perspectiva global los principales modelos de la RI que han adoptado los teólogos adventistas.

Inspiración verbal

Al comienzo de la historia de nuestra iglesia, los adventistas usábamos la inspiración verbal como argumento apologético contra el deísmo.2 Esta tendencia se intensificó tras la muerte de Elena G. de White, cuando los adventistas hicimos frente al modernismo.

Durante la primera mitad del siglo XX, Carlyle B. Haynes, por ejemplo, abordó el asunto en dos capítulos de su obra God’s Book [El libro de Dios].3 Su adopción implícita de la teoría de la inspiración verbal aparece cuando afirma que «la revelación es enteramente sobrenatural, y completamente controlada por Dios».4 «Al abordar tanto la revelación como hechos que estuviesen en su conocimiento», explica Haynes, «el autor bíblico precisaba de la inspiración para producir un documento libre de todo error y equivocación».5 Del control total del agente humano por parte del Espíritu Santo se sigue la inerrancia absoluta; Dios controla completamente el proceso de escritura, y el agente humano es un instrumento poco activo. Puede que este concepto siga siendo la interpretación por defecto de la RI que sostienen la mayoría de los adventistas que aún no han considerado el asunto de forma explícita.6

Por ello, inconscientemente, la teoría de la inspiración verbal, adoptada por los teólogos adventistas conservadores, procede de la interpretación agustiniano-calvinista de presuposiciones hermenéuticas filosóficas derivadas de un punto de vista griego particular de la realidad. Aunque la teoría verbal afirma un alto concepto de las Escrituras, de facto, niega su supremacía reveladora (el principio sola scriptura) en la tarea de poner en práctica la teología cristiana, puesto que la propia teoría no se basa en cimientos bíblicos.

Inspiración de pensamiento

Elena G. de White influyó muchísimo en el concepto adventista de la RI. Mediante su ejemplo y sus enseñanzas, señaló en una dirección divergente tanto de la inspiración verbal como de la revelación de encuentro. Sin embargo, esto no disuadió a algunos adventistas, del pasado y del presente, de que adoptaran tales puntos de vista. Al intentar comprender la RI tomando indicios de las enseñanzas y la experiencia profética de Elena G. de White, muchos adventistas han adoptado la idea denominada “inspiración de pensamiento”, convencidos de que la forma en que representan esta noción refleja debidamente el punto de vista que ella tenía sobre la inspiración. Por ende, con la expresión “inspiración de pensamiento” nos referimos específicamente a la reflexión teológica de algunos estudiosos adventistas sobre la RI que supuestamente se basa en los puntos de vista de Elena G. de White sobre la inspiración. Por lo tanto, estos comentarios no solo afirman que los pensamientos de los profetas fueron inspirados, sino que, de una forma muy particular, en palabras de Elena G. de White, los propios «hombres» estuvieron inspirados.

Una de las primeras expresiones de la inspiración de pensamiento entre los adventistas se dio en 1883. Afirmaba que los adventistas «creemos que la luz dada por Dios a sus siervos es mediante la iluminación de la mente, impartiéndose así el pensamiento y no (salvo en casos excepcionales) las palabras mismas con que deberían expresarse las ideas».7 Que esa inspiración actúe en los pensamientos de los autores bíblicos, y no en sus palabras, es una clara novedad con respecto a la inspiración verbal. Esta declaración inicial fue un hito en el camino, no una teoría.

Ochenta y siete años después, Edward Heppenstall articuló esta forma de ver las cosas dentro de un amplio perfil teórico. La obra de Heppenstall supuso tanto una alternativa a la revelación de encuentro como una novedad con respecto a la inspiración verbal. Rechazando con acierto la base no cognitiva de la revelación de encuentro, Heppenstall propuso que la revelación divina tenía lugar en la mente del escritor, en la esfera de las ideas, los conceptos y las enseñanzas del escritor bíblico.8 Desgraciadamente, no especificó los medios mediante los que se formaba tal revelación conceptual. Además, según Heppenstall, la inspiración tenía lugar en la mente del escritor. Sugería que, en la inspiración, el Espíritu Santo tomaba el control de la mente del redactor humano para garantizar «la exactitud de lo que se revela».9 «La revelación tiene el mismo alcance que el ámbito de lo que se revela, y nos garantiza que las verdades reveladas se corresponden con lo que Dios tenía en mente».10 Tanto en la revelación como en la inspiración Dios actúa sobre el pensamiento, no sobre las palabras. Mediante la revelación se generan ideas en la mente del profeta, y mediante la inspiración esas ideas se comunican con fidelidad. Sin embargo, se introduce la incertidumbre, por cuanto «uno de los factores desconocidos en la inspiración es el grado del control que el Espíritu Santo tiene sobre la mente de los escritores bíblicos».11 La posición de Heppenstall implicaba que la inspiración divina no llega a las palabras de las Escrituras. En consecuencia, propone lo que podría denominarse “inerrancia de pensamiento”. Solo son inerrantes los pensamientos bíblicos, no las palabras.

De forma muy oportuna, de cara a la apologética contra las críticas bíblica y científica del contenido de las Escrituras, el creyente puede argumentar que los errores y las incoherencias son debidos al lenguaje imperfecto, no a una verdad o pensamiento imperfecto. De forma sucinta, según la inspiración de pensamiento, la RI divina actúa en la verdad que subyace a las palabras, pero su efecto no llega a las palabras. De aquí que en las Escrituras tengamos una verdad infalible presentada con lenguaje falible. Por lo tanto, las Escrituras contienen errores en cuestiones de detalle que no afectan al pensamiento revelado.

Basándose en la declaración archiconocida hecha por Elena G. de White en cuanto a la inspiración de pensamiento, algunos estudiosos han llegado a la conclusión de que la inspiración de pensamiento actúa en el proceso del pensamiento de los escritores bíblicos, pero no llega a alcanzar sus palabras. Suponen también una dicotomía entre pensamiento y palabras. Los pensamientos son independientes de las palabras. Por ello, en las Escrituras tenemos verdades o pensamientos perfectos transmitidos con palabras falibles imperfectas. Sobre esta base, sugieren que las Escrituras presentan una falibilidad verbal limitada en cuestiones de detalle en el terreno de las palabras. Sin embargo, el mensaje salvífico de las Escrituras permanece inerrante.

En 1991, viniendo precisamente de la perspectiva de los estudios bíblicos, Alden Thompson puso la cuestión de la inspiración bíblica en la primera línea del debate adventista.12 Un año más tarde, un grupo de teólogos adventistas publicó una respuesta bíblica a su propuesta.13

Thompson distingue entre revelación e inspiración. La revelación es la comunicación sobrenatural de ideas y de la verdad a los profetas, «algún tipo de suministro especial de datos procedente de Dios, un mensaje de él a sus criaturas de la tierra».14 El pensamiento divino se comunica por medio de intervenciones sobrenaturales, como visiones, sueños, una voz del cielo, milagros, palabras escritas en piedra y Jesucristo. Sin embargo, la inspiración se convierte en un borroso y subjetivo «fuego que calaba hasta los huesos»15 a los profetas y los apóstoles, que los impulsaba a escribir y hablar desde la presencia del Espíritu Santo. Lejos de afirmar que la inspiración transforme las palabras de los profetas en las palabras de Dios, Thompson cree que la inspiración significa que «Dios está lo bastante cerca de los escritores para que la idea se transmita con claridad suficiente».16 Obsérvese que a través de la inspiración Dios no actúa ni en los pensamientos del profeta ni en sus palabras. La inspiración es una presencia divina que el profeta percibe en los huesos, no en la mente.

La cuestión es: ¿Quién es el originador de la idea que se transmite «con claridad suficiente» con las palabras de las Escrituras? En esta coyuntura entra en juego otra característica del punto de vista de Thompson sobre la RI. Aunque todas las Escrituras están inspiradas (la presencia divina percibida en los huesos del escritor), solo algunas porciones están reveladas (es decir, procedentes del pensamiento, las propuestas y las acciones milagrosas de Dios). Thompson plantea este argumento afirmando, incorrectamente, que «la Biblia no dice que todas las Escrituras se diesen por revelación».17 A modo de reacción contra esta noción, Raoul Dederen concluye que «mantener que todo es inspirado, pero que solo parte —es decir, una parte pequeña— está revelado, y, desde esa base, abordar e intentar solucionar las afirmaciones aparentemente contradictorias de las Escrituras sigue resultando insatisfactorio».18

De hecho, dado que las Escrituras no adoptan la distinción técnica entre revelación e inspiración que usamos para investigar la comprensión de los orígenes de las Escrituras, Pablo afirma que todo el contenido de las Escrituras tuvo su origen en Dios. Por lo tanto, según las Escrituras, toda la Biblia es a la vez revelada e inspirada.

Entonces, según Thompson, ¿de dónde provienen otras porciones de las Escrituras? Argumenta con acierto que muchas porciones de las Escrituras se originan en la investigación y en la experiencia. Sin embargo, por ser de origen humano, tal contenido solo puede mantener su autoridad cuando se basa en la inspiración. No obstante, si los escritores bíblicos experimentaron la inspiración de una forma que no era ni cognitiva ni lingüística, sino subjetiva, como un fuego que calaba hasta los huesos, llegamos a la conclusión inevitable de que grandes porciones de las Escrituras presentan ideas humanas falibles.

El uso que hace Thompson de la inspiración de pensamiento con fines exegéticos muestra cómo puede usarse el método histórico-crítico en la teología adventista. A saber, se especifican los materiales bíblicos que caen fuera del alcance de la inspiración de pensamiento.

Ventajas y dificultades de la inspiración de pensamiento. La inspiración de pensamiento, objeto de reflexión por parte de los teólogos adventistas mencionados anteriormente, conlleva aspectos positivos y negativos. Del lado positivo, por ejemplo, hace de vía intermedia entre el concepto modernista de revelación no cognitiva de encuentro y la inspiración verbal clásica absolutamente inerrante. La inspiración de pensamiento también tiene el efecto positivo de dirigir la atención del intérprete a las cuestiones de más peso planteadas en las Escrituras y de obviar las minucias. Por último, este punto de vista sobre la inspiración tiene la obvia ventaja de explicar peculiaridades bíblicas que no cuadran en la teoría de la inspiración verbal.

Sin embargo, esas reflexiones sobre la inspiración de pensamiento tienen ciertas desventajas. La dicotomía pensamiento-palabras lleva a la pretensión de que la inspiración no alcanza a las palabras de las Escrituras. Desgraciadamente, tal afirmación y la dicotomía pensamiento-palabras no cuentan con el apoyo de las Escrituras, de Elena G. de White ni del análisis filosófico. Aunque la inspiración de pensamiento explica mejor que la inspiración verbal las peculiaridades de las Escrituras y la experiencia de Elena G. de White al escribir sus libros, una interpretación radical de la misma no logra explicar la clara afirmación bíblica de que la inspiración alcanza a las palabras (2 Tim. 3: 16).

Además, un estudio detallado de la idea de Elena G. de White sobre la inspiración parece sugerir que, según ella, la inspiración divina sí llega a las palabras y garantiza la «total fiabilidad del registro bíblico».19 La conocida cita de Elena G. de White que usan los partidarios adventistas de la inspiración de pensamiento para convencer a otros de su punto de vista afirma: «No son las palabras de la Biblia las inspiradas, sino los hombres son los que fueron inspirados. La inspiración no obra en las palabras del hombre ni en sus expresiones, sino en el hombre mismo, que está imbuido con pensamientos bajo la influencia del Espíritu Santo. Pero las palabras reciben la impresión de la mente individual. La mente divina es difundida. La mente y voluntad divinas se combinan con la mente y voluntad humanas. De ese modo, las declaraciones del hombre son la palabra de Dios» (1MS 24). Desgraciadamente, omiten la última frase del párrafo, en la que Elena G. de White dice con claridad que la inspiración alcanza a las palabras de los profetas. Elena G. de White dice claramente que la inspiración divina —que incluye nuestros términos técnicos de revelación e inspiración— actúa no en las palabras (como afirma la teoría verbal), sino en la formación del pensamiento del escritor. No obstante, la inspiración alcanza a las palabras de los profetas, que «son la palabra de Dios». En numerosos pasajes, Elena G. de White se refiere a las Escrituras como «la palabra inspirada», o «las palabras inspiradas», de Dios (Ev 199; 1MS 19; CC 108), «palabras de la inspiración» (NB 218; 2T 605). Parece evidente que Elena G. de White no apoyaría la inspiración de “pensamiento” como muchos la entienden a comienzos del siglo XXI. En consecuencia, parece engañoso usar un aspecto del complejo punto de vista que ella tenía para dar autoridad a una teoría que ella no habría aprobado.

Aunque como adventistas no creamos que las palabras de las Escrituras fueron inspiradas (es decir, no fueron ni dictadas ni representan el lenguaje divino per se), el proceso de la RI, no obstante, alcanza a las palabras de los profetas. En otras palabras, el Espíritu Santo guio a los profetas en el proceso de la escritura, garantizando que las propias palabras de los profetas expresaran el mensaje que recibían de forma fidedigna y fiable. A veces Elena G. de White no encontraba una forma mejor de expresar lo que se le mostraba; «mientras mi pluma vacila por un momento», escribe, «las palabras apropiadas» acudían a su mente (1MCP 325; 2MR 156-157).

La reflexión filosófica sugiere que «el lenguaje y el pensamiento sobre las cosas están tan ligados que es una abstracción concebir que el sistema de verdades sea un sistema dado previamente de posibilidades del ser [pensamientos] para el que el sujeto significante [escritor bíblico] seleccione los correspondientes signos [palabras]».20 Los pensamientos y las palabras van juntos. Un pensamiento sin palabra o palabras que hayan de comunicarse perece en la mente del pensador.

Otro problema es que, para todos los fines, y en la práctica, la inspiración de pensamiento, tal como se ha definido anteriormente, reduce la inspiración a la revelación. Permítase que nos expliquemos. Técnicamente, la revelación tiene que ver con la formación de ideas en la mente de los escritores bíblicos y con la inspiración, como parte del proceso de comunicar la revelación de forma escrita u oral. Cuando la inspiración de pensamiento afirma que la asistencia divina que recibe el profeta no alcanza a las palabras, se limita con ello la intervención divina a la revelación. El problema en la práctica de este punto de vista es que no tenemos acceso al pensamiento profético, que murió con los profetas que dejaron solo sus palabras humanas falibles.

Por último, una dicotomía pensamiento-palabra crea una disyuntiva entre historia y salvación que encuentra su fundamento no en el pensamiento bíblico, sino en el platónico. Puesto que el contenido teológico no está ligado estrictamente a las palabras de las Escrituras, los exégetas y los teólogos acaban usando su imaginación y presentándola como si fuese el contenido teológico del texto. No es de extrañar que algunos teólogos y científicos adventistas del séptimo día, intentando acomodar el relato bíblico de la creación a las enseñanzas científicas evolucionistas, usen la inspiración de pensamiento de la forma presentada con anterioridad para justificar su enfoque. Además, si la separación entre pensamiento y palabras contempla la existencia de errores pequeños, ¿por qué no iba a contemplar también que hubiese errores sustanciales en las enseñanzas teológicas?

Revelación de encuentro

En un artículo muy bien argumentado, publicado en 1975, Herold Weiss, erudito del NT, presenta otra forma de contemplar el empleo del método histórico-crítico en la teología adventista. Weiss cree que la revelación tiene lugar como un encuentro no cognitivo divino-humano. Explica:

Entiendo que la revelación no es esencialmente la comunicación de información divina dada por el Espíritu a los escritores de la Biblia; tampoco considero que la fe sea la aceptación de esta información. La revelación es más bien, en primer lugar, una manifestación divina que crea una comunidad en la que la vida expresa esta revelación en símbolos de acción, imaginación y pensamiento bajo la guía de los profetas.21

Entonces, ¿cuál es la fuente de los conceptos y las palabras de las Escrituras? No Dios, sino los profetas y los apóstoles. Este punto de vista produce una dicotomía entre fe y creencia. Aunque la creencia pertenece a la esfera de la historia y es verificable, la fe pertenece a la esfera de la trascendencia divina y no es verificable. Como obra escrita, las Escrituras representan los pensamientos y las palabras de los profetas, no de Dios. El objetivo de este ejercicio no es encontrar la verdad, sino delinear la experiencia mística no histórica y no cognitiva con Dios para inspirar nuestras propias experiencias vitales.

Resumiendo estos argumentos, podemos decir que en la actualidad los eruditos adventistas trabajan dando por sentadas tres interpretaciones diferentes de la RI. Las diferencias revelan escuelas y paradigmas teológicos diferentes. Estos influyen decisivamente en toda la labor de investigación exegética y teológica hasta el extremo de dividir a los adventistas en escuelas diferenciadas de pensamiento a lo largo y ancho del mundo.

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1 Edward Heppenstall, “Doctrine of Revelation and Inspiration (part 1)” [La doctrina de la revelación y la inspiración (primera parte)], Ministry, julio de 1970, p. 16.

2 Timm, pp. 487-509.

3 Carlyle B. Haynes, God’s Book (Nashville, Tennessee: Southern Publishing Association, 1935).

4 Ibíd., p. 144. La cursiva es nuestra.

5 Ibíd., p. 136. La cursiva es del autor.

6 Samuel Koranteng-Pipim ofrece un ejemplo explícito reciente de esta tendencia; véase su Receiving the Word: How New Approaches to the Bible Impact our Biblical Faith and Lifestyle [La recepción de la Palabra: Cómo inciden los nuevos enfoques de la Biblia en nuestra fe y en nuestro estilo de vida bíblicos] (Berrien Springs, Míchigan: Berean Books, 1996). Igual que ocurre con Alden Thompson, de quien hablaremos más adelante, Pipim no aborda explícitamente la doctrina de la revelación-inspiración, sino que da por sentada la teoría verbal evangélica, igual que hicieron muchos adventistas en el pasado (ibíd., 51). Igual que Haynes, el enfoque de Pipim contra las incursiones del modernismo y del método histórico-crítico de exégesis en la teología adventista es apologético. Pipim se distancia de la teoría verbal evangélica de la inspiración cuando hace hincapié en la «fiabilidad» de las Escrituras en lugar de hacerlo en su «inerrancia» (pp. 54-55). No obstante, se acerca mucho cuando explica que, aunque «no hay distorsiones que provengan de la mano de los autores bíblicos originales, se han introducido algunas alteraciones y distorsiones de poca importancia en la Palabra durante el proceso de transmisión y de traducción» (p. 227).

7 “General Conference Proceedings” [Acuerdos de la Asociación General], Review and Herald, 27 de noviembre de 1883, pp. 741-742.

8 Edward Heppenstall, primera parte, p. 16.

9 Ibíd.

10 Ibíd.

11 Ídem, “Doctrine of Revelation and Inspiration (conclusion)” [La doctrina de la revelación y la inspiración (conclusión)], Ministry, agosto de 1970, p. 29.

12 Alden Thompson, Inspiration: Hard Questions, Honest Answers [La inspiración: Preguntas difíciles, respuestas sinceras] (Hagerstown, Maryland: Review and Herald, 1991).

13 Holbrook y Van Dolson, eds. Issues in Revelation and Inspiration [Asuntos relacionados con la revelación y la inspiración].

14 Thompson, p. 47.

15 Ibíd., p. 53.

16 Ibíd.

17 Ibíd., p. 48. La cursiva es del autor.

18 Raoul Dederen, “On Inspiration and Biblical Authority” [Sobre la inspiración y la autoridad de la Biblia], en Issues in Revelation and Inspiration, p. 101.

19 Gerard P. Damsteegt, “The Inspiration of Scripture in the Writings of Ellen G. White” [La inspiración de las Escrituras en los escritos de Elena G. de White], Journal of the Adventist Theological Society 5, n° 1 (1994): 162.

20 Hans-Georg Gadamer, Truth and Method [Verdad y método], 2a ed. rev., trad. Joel Weinsheimer y Donald G. Marshall (Nueva York: Continuum, 1989), p. 417.

21 Herold Weiss, “Revelation and the Bible: Beyond Verbal Inspiration” [La revelación y la Biblia: Más allá de la inspiración verbal], Spectrum 7, n° 3 (1975): 52.